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Apologética del Bautismo de Niños

Muchas sectas protestantes se oponen al bautismo de infantes, sin embargo, la Iglesia Católica siempre ha enseñado que el bautismo de los niños es de hecho un deber de los padres cristianos.


Bautismo de San Francisco

El Bautismo, el primero de los sacramentos, es reconocido por la Iglesia como el “fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos” (CIC n.1213).


Por medio del bautismo nos convertimos en hijos de Dios y miembros de su Iglesia, nos es borrado el pecado original y nacemos a la vida de Gracia.


Es pues el bautismo, el sacramento de la iniciación cristiana, que obedece además el mandato de Nuestro Señor Jesucristo, que establece explícitamente y sin lugar a dudas, que el bautismo es estrictamente necesario para la salvación:


“Quien creyere y fuere bautizado, será salvo; mas, quien no creyere, será condenado”.

Marcos 16,16


“En verdad, en verdad, te digo, si uno no nace del agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de los cielos”.

Juan 3, 5


Siendo Jesús tan explícitamente claro, no debe caber ninguna duda en cuanto a la importancia y necesidad de ser bautizados para obtener la salvación.


Pero, ¿qué enseña la Iglesia sobre el bautismo de niños?


La Doctrina Católica enseña que los niños también deben ser bautizados puesto que “nacen con una naturaleza humana caída y manchada por el pecado original” (CIC n. 1250); así mismo, el sacramento es necesario para convertirse en hijos de Dios y recibir su Gracia. Por lo que “la Iglesia y los padres privarían al niño de la gracia inestimable de ser hijo de Dios si no le administraran el Bautismo poco después de su nacimiento”.


Análogamente, si un hijo naciera con una grave enfermedad, los padres se apresurarían por atenderlo y proporcionarle los remedios médicos para curarlo de ese mal y que pueda vivir. 

Así mismo, puesto que todo ser humano nace con el pecado original y por tanto privado de la participación de la Gracia, es pues primordial que los padres proporcionen a sus hijos el remedio del bautismo, atendiendo así también al mandato de Cristo en cuanto a la necesidad del bautismo para entrar al Reino de los cielos, ¿qué padre querría privar a su hijo de estas maravillosas gracias?


Es por esto que en el numeral 1251 del Catecismo, enseña la Iglesia que el bautizar a los hijos es por tanto un deber de todos los padres cristianos para con Dios.


Algunas objeciones equívocas contra el bautismo de infantes:


Objeción 1: Los niños son inocentes y no tienen pecado, por tanto no hay necesidad de bautizarlos.


Respuesta: Esta objeción es errónea desde la misma premisa, puesto que los niños sí tienen pecado, si bien no personal, pero tienen el pecado original con el que todo ser humano nace.


“Por un sólo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”. (Rm 5, 12)


“Es que soy nacido en la iniquidad, y ya mi madre me concibió en pecado”. (Sal 51, 7)


Por tanto, todo ser humano desde su nacimiento, necesita el baño del bautismo para ser lavado de ese pecado.


Objeción 2: Para recibir el bautismo es necesaria la fe, un recién nacido no puede tener fe, por tanto no puede bautizarse.


Respuesta: No se puede negar que el bautismo está intrínsecamente unido a la fe, incluso lo llama la Iglesia el “sacramento de la fe” (CIC n.1253), la fe es indispensable para poder recibir el bautismo. Más en el caso de los niños, la fe es aportada por sus padrinos, sus padres - quienes tienen potestad sobre sus hijos - y por la Iglesia.


En la Sagrada Escritura podemos encontrar más de un ejemplo en los que una persona recibió un beneficio por el acto de fe de otra. Tal es el caso del centurión que por medio de su fe, consiguió que Jesús sanara a su criado, o el caso de Jairo, quien por su fe, obtuvo de Jesús la resurrección de su hija, también el caso de la cananea y la sanación de su hija.


Es así pues que en el bautismo se siembra como una semilla la fe, la cual debe crecer después del bautismo (CIC n. 1254).


Objeción 3: Se le está “imponiendo” la fe al niño que se le bautiza.


Respuesta: Los padres cristianos tienen el grandísimo deber de educar a sus hijos en la fe, puesto que ellos saben que ésta es verdadera y que el bautismo limpia del pecado, y concede a su hijo la gracia y con ella la posibilidad de la salvación. 


El padre cristiano que priva a su hijo del bautismo, está causándole un gravísimo mal y poniendo en gran riesgo su alma.


Objeción 4: En el pasado no se bautizaba a los niños.


Respuesta: La práctica de bautizar a los niños pequeños es una tradición inmemorial de la Iglesia. Está atestiguada explícitamente desde el siglo II. Sin embargo, es muy posible que, desde el comienzo de la predicación apostólica, cuando "casas" enteras recibieron el Bautismo (cf Hch 16,15.33; 18,8; 1 Co 1,16), se haya bautizado también a los niños. (CIC n.1252)


Objeción 5: Si el bautismo es necesario desde niños ¿qué pasa con los niños que mueren sin bautizarse?


Respuesta: La Iglesia no enseña de manera definitiva qué sucede con los niños que mueren sin recibir el bautismo, lo único que puede enseñar con certeza total, es lo que Jesús dijo: “Quien creyere y fuere bautizado, será salvo; mas, quien no creyere, será condenado”. Es por eso que la Iglesia urge a los padres a bautizar a sus hijos lo antes posible.


Existen muchas opiniones y teorías teológicas al respecto pero ninguna es dogma de fe.


Una de las más populares tradicionalmente es la del “limbo de los niños” propuesta por teólogos como Santo Tomás de Aquino y Antonio Royo Marín. Lugar donde los niños muertos sin bautismo gozarían de una felicidad natural pero no de la visión beatífica.


Sin embargo, la Iglesia Católica sólo se limita actualmente a decir que ella sólo puede confiarlos a la misericordia divina.


Conclusión: Nuestro Señor Jesucristo declaró explícita e indudablemente la necesidad del bautismo para entrar al Reino de los cielos. Por lo cual, todos los padres cristianos tienen el deber de bautizar a sus hijos cuanto antes, puesto que de no hacerlo, o por retrasar el bautismo negligentemente, estarían privando a su hijo de la participación de la gracia y la posibilidad de la salvación, y con ello pecando gravemente.

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