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Catequesis para principiantes

Actualizado: 16 ene

Como en los primeros años de la Iglesia los discípulos y apóstoles evangelizaron a los paganos, hoy en día es necesario reevangelizar a los católicos que se han enfriado en su fe y han caído en el indiferentismo religioso.



Por José V. Hernández


En la actualidad una gran mayoría de jóvenes y adultos bautizados en la fe católica son infieles a Dios porque desconocen lo básico de la doctrina o la han olvidado. Algunos recuerdan en parte lo que estudiaron cuando se prepararon para hacer su Primera Comunión o Confirmación, pero olvidaron lo más esencial de su fe y nunca profundizaron en ella.

 

El presente escrito tiene como objetivo recordar lo que por siglos la Iglesia ha enseñado a millones de católicos en todo el mundo. Sirva de examen y alerta en lo que debemos saber y profundizar, para poder ser testimonio fiel de Nuestro Señor Jesucristo y evangelizar a los que están a nuestro alrededor.


Con base al Catecismo de Trento se redactaron varios catecismos a lo largo de los siglos, algunos para resumirlo en preguntas y respuestas breves -como el “Catecismo Mayor” de San Pío X- otros para explicarlo con más detalles y ejemplos haciéndolo aún más comprensible a todos.


Para este estudio tomaremos como base el Catecismo de la Doctrina Cristiana, escrito por el Padre Gaspar Astete a finales del siglo XVI, y el Catecismo del Sacerdote Jerónimo de Ripalda, escrito en el mismo siglo.


Para ser verdadero seguidor de Cristo


Cuatro cosas está obligado el católico a saber y entender cuando llega a tener uso de razón o decide conocer su fe: Saber lo que se ha de creer, lo que se ha de orar, lo que se ha de obrar y lo que se ha de recibir.


1.- Para saber lo que ha de creer es necesario estudiar el Credo y los artículos de Fe.

Los artículos de fe son catorce, los siete primeros pertenecen a la Divinidad y los otros siete a la Humanidad de Nuestro Señor Jesucristo, Dios y Hombre verdadero.

Los que pertenecen a la Divinidad son: creer en un solo Dios Todopoderoso, creer que es Padre, creer que es Hijo, creer que es Espíritu Santo, creer que es Creador, creer que es Salvador y creer que es Glorificador.


Los que pertenecen a sus santa Humanidad son: creer que Nuestro Señor Jesucristo, en cuanto hombre, fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo; creer que nació de Santa María Virgen, siendo ella virgen antes del parto, en el parto y después del parto; creer que recibió pasión y muerte por salvarnos a nosotros pecadores; creer que descendió al seno de Abraham y sacó a las almas de los justos que esperaban su santo advenimiento.

Además, creer que resucitó al tercer día de entre los muertos; creer que subió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios Padre Todopoderoso y creer que vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos, a los buenos para darles gloria porque guardaron sus mandamientos y a los malos darles penas perdurables porque no los guardaron.


Esos artículos son la base de nuestra fe, pero al madurar en las enseñanzas cristianas debemos profundizar en los 44 dogmas católicos y recordar que el Concilio Vaticano I enseñó con claridad y precisión cuál es el objetivo material de la fe al señalar que: “Hay que creer con fe divina y católica todo lo que se contiene en la palabra de Dios escrita o transmitida por la Tradición, y que la Iglesia por definición solemne o por su Magisterio ordinario y universal propone como divinamente revelado”.


2.- Sobre lo que se ha de orar debemos entender su importancia porque sin el auxilio de Dios no podemos cumplir los Mandamientos y Dios solo ha prometido su auxilio a los que se lo pidan en la oración.


La Iglesia nos enseña un sinnúmero de oraciones y devociones a santos y advocaciones de la Virgen que podemos aprender y rezar con frecuencia, pero hay algunas básicas que debemos conocer y memorizar para decirlas todos los días. Además, nuestra forma de orar ha de ser con atención, humildad, confianza y perseverancia.


La principal oración es el Padre Nuestro, porque el mismo Jesucristo nos la enseñó y tiene siete peticiones fundadas en la caridad hechas a nuestro Padre celestial.


Primera petición: “Santificado sea tu nombre”. Segunda: “Venga a nosotros tu reino”. Tercera: “Hágase tu voluntad, en la tierra como en el Cielo”. Cuarta: “Danos hoy nuestro pan de cada día”. Quinta: “Perdona nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Sexta: “No nos dejes caer en tentación”. Séptima: “Y líbranos del mal” o “del maligno”, como dice en latín.


La segunda oración es el Avemaría, ofrecida a la Madre de Dios, cuya primera parte la dijeron el Arcángel Gabriel durante la anunciación y Santa Isabel cuando recibió la visita de la Virgen María. 


También está la Salve, oración que la Santa Madre Iglesia nos enseña para pedir su intercesión, pues como exclamaba San Bernardo “¡Oh Virgen!, tú eres la dispensadora de todas las gracias; por tanto, nuestra salvación está en tus manos”.


También hay que destacar oraciones como el Gloria, el Yo Confieso, el Acto de Contrición y la devoción del Santo Rosario, entre otras muchas. Además, de conocer las diversas maneras de orar para entablar un diálogo con Dios.


3.-   Veamos ahora lo que se ha de obrar si queremos ganar el Cielo. En los Evangelios Nuestro Señor Jesucristo nos dice: “Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (Mt. 19, 17); “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos” (Jn. 14, 15); “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor” (Jn.15, 10); “Quien ha recibido mis mandamientos y los observa, ése es el que me ama” (Jn. 14, 21), y como éstas, hay otras más citas evangélicas que nos muestran el camino para hacer seguir a Jesús, así que lo primero que debemos obrar es cumplir con los Mandamientos de la Ley de Dios.


Éstos son: el primero, Amarás a Dios sobre todas las cosas; el segundo, No tomar su santo nombre en vano; el tercero, Santificar las fiestas; el cuarto, Honrar a tu padre y a tu madre; el quinto, No matarás; el sexto, No cometer actos impuros; el séptimo, No hurtar; el octavo, No levantar falso testimonio ni mentir; el noveno, No desear la mujer de tu prójimo, y el décimo, No codiciar los bienes ajenos. Estos diez mandamientos se encierran en dos: “Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo” (Mt. 22, 38-39; Mc. 12, 29-31).


Además, en la Última Cena, Nuestro Señor Jesucristo nos dejó un nuevo mandamiento: Que nos amemos unos a otros como Él nos ha amado.


También están los mandamientos de la Santa Madre Iglesia que son:  Primero, Oír Misa entera todos los domingos y fiestas de guardar; Segundo, Confesar los pecados mortales al menos una vez al año, o antes si hay peligro de muerte, o si se ha de comulgar. Tercero, Comulgar al menos por Pascua de Resurrección. Cuarto, Ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manda la Santa Madre Iglesia. Y Quinto, Ayudar a la Iglesia en sus necesidades (diezmo).


Asimismo, debemos cumplir con las obras de misericordia que es la manera de demostrar amor a nuestro prójimo y que en su mayoría fueron descritas por Nuestro Señor Jesucristo en la descripción del Juicio Final. Son catorce, siete corporales y siete espirituales.


Las corporales son: Visitar a los enfermos, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, redimir al cautivo, vestir al desnudo, dar posada al peregrino y enterrar a los muertos.


Las espirituales son: Enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que yerra, perdonar las injurias, consolar al triste, sufrir con paciencia las adversidades y los defectos del prójimo, y rogar a Dios por los vivos y por los muertos.


Si se está en gracia de Dios, el cristiano que las hace merece con ellas aumento de gracia y de gloria, satisfacción de los pecados y alcanza del Señor bienes espirituales y temporales, si así conviene.


4.- Por último, hay que conocer lo que se ha de recibir. Si cumplimos con lo que hemos de creer, orar y obrar entonces nos hacemos dignos de recibir la Gracia de Dios que es un don divino que hace al hombre hijo de Dios y heredero del Cielo.


Otra forma de recibir la gracia es a través de los sacramentos que son señales exteriores instituidas por Jesucristo Nuestro Señor para darnos a través de ellas su gracia y las virtudes.


Los sacramentos son siete: Bautismo, Confirmación, Penitencia, Comunión, Unción de Enfermos, Orden Sacerdotal y Matrimonio.


Y las virtudes que se reciben son tres teologales: Fe, Esperanza y Caridad, y cuatro cardinales: Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza.


Hasta aquí hemos tan solo enunciado las partes más importantes de la doctrina católica que se han de saber, pero es necesario profundizar en todos ellas; además de otros temas relevantes como los pecados capitales que son siete, los enemigos del alma que son tres, los llamados novísimos que son cuatro, la Parusía del Señor, el Juicio Final, las 8 bienaventuranzas y los dones del Espíritu Santo.


No está por demás recordar una máxima que hizo famosa el Padre Jorge Loring de feliz memoria: “Católico ignorante, futuro protestante.”


Que el Señor no nos encuentre dormidos sino que como fieles seguidores de su fe, conociéndola la pongamos en práctica para darle gloria y por la conversión de las almas.


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