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El Auténtico Católico Debe ser Intolerante

Santiago en batalla

Por José V. Hernández


En el contexto de un mundo relativista como en el que vivimos hoy, existen infinidad de términos, conceptos y definiciones por demás confusos y contradictorios que suenan bien, pero que encierran un grave peligro para la salvación de las personas.


Ahora está de moda ser “progresista” para querer decir que se es una persona de mente abierta, dispuesta a aceptar cualquier novedad que la “libere” de los atavismos del pasado y de esta manera sin entender muy bien de que se trata cada postura, se apoya la ideología de género en todas sus variantes, el aborto y los movimientos feministas, incluso se coquetea con la Nueva Era y con el gnosticismo o de plano si el entorno lo exige se cae en el ateísmo, lo importante es mostrarse liberal, moderno, dueño de sí mismo.


Sin embargo, en ese afán de supuestamente “liberarse” del pasado, caen en las trampas de ese progresismo que los esclaviza y moldea en su comportamiento, y ahora harán todo lo que sus líderes les indiquen justificándose en sentimientos y placeres pasajeros que terminan dejándolos perdidos en el ámbito espiritual, alejándose completamente de Dios.

 

Ahora su nuevo dios será todo aquello que “sea políticamente correcto” y repetirán como loros que la tolerancia es la principal virtud para aceptar y ser aceptado en todos los ámbitos sociales. Eso sí, si alguien no es tolerante con ellos, entonces se vuelven intolerantes. 


La tolerancia tiene cierto valor, sin duda, pero deja de tenerlo en cuanto no reconoce que haya cosas intolerables. Incluso los progresistas pueden ser tan absurdos que para no decir que son intolerantes ha acuñado la expresión “tolerancia cero”, que es lo mismo, pero no lo parece. La confusión mental del progresista contemporáneo nace de propagar ideas sin entenderlas.


Pero, como diría Chesterton: “si Dios no existiera, no habría ateos”. A final de cuentas la tolerancia es la virtud del hombre sin convicciones, se puede respetar al discrepante, pero hay que mantenerse intolerante hacia las ideas que no merecen ser admitidas ni consideradas por erróneas. 


Pero los intolerantes progresistas que se sienten los “jueces de la tolerancia” no se conforman con descalificar las ideas del discrepante, sino que descalifican a la persona, tachándola de “radical”, “extremista” o “xenófoba”, adueñándose no solo del lenguaje sino hasta de las leyes donde ya han plasmado sus intenciones. 


Recordemos que en el momento de apostasía que vivimos, la defensa de las convicciones se considera una “anomalía” que hay que eliminar. La nueva religión es la dictadura del relativismo, con sus propios dogmas e inquisidores. Debemos estar conscientes de los riesgos de la tolerancia y las precauciones con que se debe practicar.


Antes que nada, recordemos que la tolerancia consiste en dejar subsistir un mal, para evitar otro mayor. Ahora bien, la subsistencia impune del mal trae consigo siempre un peligro, ya que el mal tiende necesariamente a producir efectos malos. Así pues, existe el riesgo de que la tolerancia acarree por sí misma males mayores que aquellos que, por medio de ella, se desearon atajar. 


Por otro lado, existe una guerra de intolerancia contra la religión y principalmente contra los católicos, a los que califican de intolerantes por no estar de acuerdo con las ideas progresistas del mundo actual, ante lo cual muchos católicos tibios sucumben y caen en la tentación y los peligros de la tolerancia ante las críticas recibidas. Los resultados ahí están. Son millares los desastres morales ocasionados por una tolerancia excesiva.


Incluso muchos sacerdotes tienden a justificar y tolerar el pecado de los fieles y los mal aconsejan poniendo en peligro sus almas por no arrepentirse del mal cometido y de las ofensas hechas a Dios.


Cuando las cosas salen bien, la gente se vanagloria de sus actos y cuando las cosas salen mal culpan a Dios por los grandes males que aquejan al mundo como las catástrofes naturales, las guerras, la violencia, los conflictos mundiales y sobre todo la pérdida de la fe.


El mal ha avanzado tanto en el mundo porque hemos sido tolerantes en exceso. Desde hace muchos años hemos sacado a Dios de nuestras escuelas, de nuestros gobiernos y de nuestras vidas. ¿Cómo podemos esperar que Dios nos dé Su bendición y Su protección cuando le hemos exigido que no se meta en nuestras vidas?


La educación religiosa está cada vez más restringida porque a unos cuantos les molesta y en aras de la tolerancia se ha permitido, nadie se queja. Los psicólogos modernos y progresistas enseñan que no se debe reprender a los hijos para no lastimar su autoestima y que los maestros no deben disciplinar a los niños que se portan mal, que los dejen hacer lo que quieran y nadie se opuso.


Luego se promovió la pornografía, el sexo desordenado, la promiscuidad, los preservativos, el aborto y la homosexualidad y por la tolerancia ahora se han impuesto como verdades absolutas. 


Aparecieron decenas de bandas que tocaban música que incita a la violencia, al sexo, las drogas, al suicidio y a los temas satánicos y en aras de la tolerancia casi nadie se opuso.

En los últimos años se desarrolló exponencialmente la tecnología y se tuvo acceso a muchas cosas positivas, pero también a una gran cantidad de imágenes impuras, profanas, violentas y sexuales y lo que es peor, se pusieron al alcance de los niños y ahora son los mismos padres los que les dan todo tipo de dispositivo sin ningún control ni supervisión. Y creen que está bien.


Pero ahora nos preguntamos ¿por qué los jóvenes no tienen conciencia? ¿por qué no saben distinguir entre el bien y el mal? ¿por qué no les preocupa matar a desconocidos, a sus compañeros de escuela, o a ellos mismos? Probablemente, si lo pensamos bien, encontraremos la respuesta.


El católico debe ser intolerante por definición, porque intolerante es su doctrina, e intolerante es la enseñanza de su fundador. Si hoy el mundo y parte de la Iglesia misma enseñan la tolerancia como una virtud es porque no siguen las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, Dios y Señor Nuestro. 


La doctrina católica y las Sagradas Escrituras narran un sinnúmero de episodios donde Dios fue intolerante con el pecado de los hombres y aunque Jesús enseña su misericordia y su disposición a perdonar los pecados, hay condiciones, que haya dolor de los pecados, arrepentimiento y propósito de enmienda. “Vete y no peques más”, le dijo a la adúltera que iba a ser apedreada, no le dijo “Vete y sigue pecando”.


La Iglesia nos enseña que se debe ser intolerante con el pecado, aunque sea pequeño. Dios aborrece el pecado y ama al pecador, pero la mejor forma de amar es instruir, instar y ayudar a que no se peque más. 


Existe una obra de misericordia espiritual que dice que hay que “Sufrir con paciencia los defectos de los demás”, que podría confundirse con ser tolerante, pero no, nos habla de ser misericordioso y tener amor y paciencia, verdaderas y auténticas virtudes cristianas.


La tolerancia no es fomentada en la Biblia, entre los frutos del Espíritu Santo se incluyen el amor y la bondad, pero la tolerancia no está en la lista. De hecho, los católicos están llamados a combatir el error y a defender la verdad. Tolerar el mal es negar la justicia. Si el bien tolerara el mal, dejaría de ser bien.

 

Ahora bien, para los que niegan la intolerancia como característica del católico deben recordar que en la actualidad vivimos los tiempos de la Misericordia de Dios, pero cuando se terminen éstos, llegarán los tiempos de Su justicia que será intolerante.




1 comentario

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1 Comment


Guest
Apr 18

Fenomenal. Verdades a veces olvidadas o archivadas que tenemos que tener muy presentes. Dios les bendiga, Ave María Purísima.

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