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El Esplendor de la Santa Misa

Si quieres que un tesoro sea descubierto, tienes que darlo a conocer. Aquí una pequeña muestra de la belleza en la doctrina y liturgia católicas.



Por Effy De Lille


Recientemente he tenido oportunidad de participar en un retiro formativo para señoritas y decidí abordar el tema más importante de todos: el santo sacrificio de la Misa. Presento a continuación las reflexiones que he compartido con las jovencitas y sus padres, la inmensa mayoría de los cuales jamás había oído hablar de la Misa Tradicional. Así que esta sencilla explicación ha tenido la intención de ser una primera exposición al tema, partiendo de la belleza y esplendor que el auténtico sacrificio eucarístico debiera tener.


Para ello, he seguido muy de cerca las atinadas reflexiones de Pablo Marini, en su libro “El drama litúrgico” (Estudio comparativo entre el Misal Romano revisado por San Pío V y el Novus Ordo Missae de Paulo VI). De la misma manera que el dicho manda no juzgar un libro por su portada, la brevedad de “El drama litúrgico” –que tiene poco menos de 200 páginas– no debería hacer menospreciar a nadie la profundidad de esta investigación y lo reveladoras que resultan las conclusiones de dicho estudio comparativo. Lo bueno y breve, dice otro adagio, dos veces bueno. Dejamos al lector la feliz tarea de leer personalmente la demostración del señor Marini. Volveremos a las señoritas que hemos dejado en su retiro.


Primera parte: definición de la Santa Misa


Toda buena exposición parte de la definición de los términos, así que tenemos que establecer la correcta definición de la Misa según nos enseña la doctrina católica perenne. A saber, la Santa Misa es el sacrificio de la Nueva Ley, en el que Nuestro Señor Jesucristo se ofrece en nuestros altares por manos del sacerdote, bajo las especies de pan y de vino, en memoria y como renovación del sacrificio de la Cruz. En la Santa Misa se actualiza de modo real e incruento el sacrificio cruento del Calvario.


Para poder entender mejor esto último que hemos dicho, es decir, cómo es posible que en la Santa Misa se actualice el sacrificio del Calvario, es necesario explicar cuáles son los elementos esenciales de todo sacrificio, presentes en el sacrificio de la Cruz. Éstos son:


  1. El altar del sacrificio fue la misma cruz sobre la cual se inmoló Cristo.

  2. El sacerdote es Jesucristo. Él mismo hizo al Padre la ofrenda de su inmolación.

  3. La víctima es Jesucristo, Hijo de Dios, y, como tal, víctima de valor infinito.

  4. La inmolación fue completa, entera y cruenta.

  5. El fin fue honrar al Padre y redimir a los hombres y, así, dar satisfacción por los pecados.


Ahora bien, para demostrar la relación e identidad entre el sacrificio de la Misa y el de la Cruz, queda por explicar dichos 5 elementos como se hallan presentes en la Misa:


  1. El altar del sacrificio es la piedra consagrada, llamada ‘ara’ y sobre la cual se inmola Jesucristo.

  2. El sacerdote o legítimo ministro es Jesucristo (ministro principal), quien se vale del ministerio de un sacerdote (ministro secundario).

  3. La víctima o cosa sensible es el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, ofrecidos al Padre.

  4. La inmolación o destrucción no es aquí cruenta. Hay, en cambio, inmolación incruenta y mística.

  5. El fin es honrar a Dios Padre, pues la Santa Misa solo a Dios se ofrece.


Es por ello que San Leonardo de Porto-Maurizio, en su libro El tesoro escondido de la Santa Misa, podía recomendar: “Ve a la iglesia como si fueses al Calvario y permanece en presencia de los altares como si estuvieses delante del trono de Dios y acompañado de los santos ángeles. Considera ahora cuáles deben ser tu modestia, tu atención y respeto, si quieres recoger de los misterios divinos los frutos y beneficios que Dios se digna conceder a los que asisten a ellos con un exterior devoto y sentimientos religiosos.”


Segunda parte: el esplendor del culto católico


Habiendo definido la esencia del sacrificio de la Misa, queda por mencionar las características del culto católico que manifiestan de modo más espléndido este misterio.


Para ello, presento una lista de 5 características que más inmediatamente se perciben:


  1. Ad Orientem. En el rito tradicional, cuando el sacerdote ora y sacrifica tiene, al igual que los fieles, los ojos puestos en Dios; y cuando explica la palabra de Dios o distribuye la Eucaristía se vuelve hacia el pueblo. En toda la tradición de celebración hacia el Este, el sacerdote no es la contraparte del pueblo sino, más bien, alguien que actúa in persona Christi, bajo el símbolo del sol naciendo en el Este. Se trata de asumir el sacerdote la misma orientación que el pueblo con la mirada hacia el sol saliente (oriente), símbolo del Cristo de la Parusía. Sacerdote y fieles están todos juntos vueltos hacia Dios.

  2. Arquitectura sacra. El templo católico responde a tres verdades teológicas:

    1. Espacio Sagrado que resguarda el Santísimo Sacramento del Altar, Jesucristo, Templo nuevo, cuyo cuerpo resucitado le permite estar verdadera, real y substancialmente presente.

    2. Figura espacial y física que representa la Iglesia, Templo espiritual y definitivo, no hecho por mano del hombre: Cuerpo místico de Cristo.

    3. Figura anticipatoria del Templo celestial, la Jerusalén celeste: allá arriba hay un templo en el que señorea el Cordero inmolado (Apocalipsis 5).

  3. Sagrada Comunión. La recepción de la Comunión se establece de rodillas y en la boca, en signo de adoración y de respeto. La Comunión en la boca es un claro signo de la presencia real y sustancial del Señor y también de la distinción esencial entre el sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial. Dice San Pío X: “Los símbolos y promesas se reciben de pie, más la realidad se recibe de rodillas y con amor”.

  4. Imágenes sagradas. En la confección de las imágenes debe evitarse con un prudente equilibrio el excesivo realismo, por una parte, y el exagerado simbolismo, por otra. Se deben tener en cuenta las exigencias de la fe católica, más bien que el juicio y gusto personal de los artistas. Por lo tanto, el arte sagrado debe hallarse en dependencia absoluta de las verdades de la fe. “Al Dios de las grandes ‘fes’ nos aproximamos solo recorriendo las huellas, los signos, los saberes que nos han sido revelados y dados, y sin los cuales la fe se extravía.” (Pietro De Marco).

  5. Uso del latín. El rito romano tiene como lengua oficial el latín. Las ediciones típicas de sus libros litúrgicos se publican hasta el día de hoy en latín. “La lengua usada por la Iglesia debe ser no solamente universal sino también inmutable. Pues bien, la lengua latina […] debe considerarse como fija e invariable, porque los nuevos significados de algunas palabras latinas exigidos por el desarrollo, por la explicación y defensa de las verdades cristianas, han sido ya desde hace tiempo determinados establemente.” San Juan XXIII, Veterum Sapientia.


Hasta aquí las reflexiones iniciales. De ninguna manera son los únicos elementos propios del culto católico. Simplemente he seleccionado aquellos que seguramente serán notorios para quienes por primera vez asistan a la Misa Tridentina, que es el próximo objetivo para mis bellas jovencitas. ¡Cuánta belleza existe en la doctrina y liturgia católicas! Dios Nuestro Señor nos permita seguir conociéndola cada vez más y dándola a conocer.


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