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El Silencio que te Salvará

Quien diría que el silencio podría ser tan importante. El silencio que puede tomarse como una ausencia … ausencia de ruido; pero el silencio es más que otra cosa, una puerta que concede la posibilidad de conectarnos con Dios y dejarlo que Él haga Su obra.



Por Claudia Ortiz


La Santa Misa Tradicional tiene un distintivo muy especial: Se vive en silencio y el fervor de los fieles es tan profundo, que la Misa transcurre así, verdaderamente, en silencio.


Los acólitos, que con su disciplina y simple presencia también embellecen la Misa, son los encargados de responder a nombre del pueblo, de tal forma que el Sacerdote eleva la oración a Dios y los acólitos responden.


¿Cuál es la razón de este silencio? Un sabio Sacerdote dijo una vez en su sermón:

-Porque al estar aquí, en el Calvario… ¡nosotros tenemos que callar!


«El sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía son, pues, un único sacrificio: "La víctima es una y la misma. El mismo que se ofrece ahora por el ministerio de los sacerdotes, el que se ofreció a sí mismo en la cruz, y solo es diferente el modo de ofrecer" (Concilio de Trento: DS 1743). "Y puesto que en este divino sacrificio que se realiza en la misa, se contiene e inmola incruentamente el mismo Cristo que en el altar de la cruz "se ofreció a sí mismo una vez de modo cruento"; […] este sacrificio [es] verdaderamente propiciatorio"». (CIC 1367)


La actitud que corresponde entonces, es la de adorar, es la de permanecer en un silencio de adoración, que es una condición para la participación activa y fructuosa en la Santa Misa, siguiendo el modelo de la Santísima Virgen María en el Calvario: permaneciendo en contemplación y recogimiento interior.


La meta es participar en el sacrificio incruento configurando nuestros sentimientos con los del Corazón de Cristo; ofrecernos en la Misa, como se ofrece Cristo en la Cruz; orar como ora Cristo en la Cruz; alabar y adorar al Padre, como Cristo en la Cruz; y todo esto solo puede lograrse en silencio y en contemplación.


Una forma de alcanzarlo es procurando un silencio también en la vida personal, acallando el ruido exterior, y cultivando el ser interior.


El ruido exterior es todo aquello que te distrae de Dios, música, series, redes sociales, etc., todo lo que no solo nos quita el tiempo para Dios, sino que nos hace pecar; en su lugar, cultivar el espíritu leyendo buenos libros católicos, de sana doctrina, vidas de Santos o los Evangelios. Igualmente se puede seleccionar la música y los programas o películas. Todo esto con el único objetivo de tener la mente y el alma puesta en Dios.


Si aprendemos a hacer algo de silencio en nuestras vidas y progresamos en esa intención, participaremos activamente en la Misa configurándonos con Cristo en la Cruz, le daremos a Dios el culto que se merece y Él actuará en nosotros, santificándonos un poco cada día.



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