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El Verdadero Dios es Uno y Trino

Es en el misterio de la Santísima Trinidad en el que se basa nuestra fe, lo tenemos incrustado en nuestra alma y en él se contiene la respuesta para aclarar que el dios que veneran los judíos y el que veneran los musulmanes, no es el mismo Dios en el que creemos los católicos.



Por P. Jorge Hidalgo


Los católicos creemos en un solo Dios, pero no en un Dios solitario, sino en un Dios que tiene tres personas distintas, éste es el misterio central de nuestra fe que nos enseña la Escritura y la Tradición, y que podemos conocer porque Dios mismo nos lo ha revelado.


El Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios; pero el Padre no es el Hijo, el Hijo no es el Espíritu Santo y el Espíritu Santo no es el Padre, es decir que son tres personas verdaderamente distintas. No como decían unos herejes modalistas del siglo III que sostenían que Dios se cambia el rostro, que al principio se manifiesta como Padre, después se manifiesta como Hijo y por último se manifiesta como Espíritu Santo; no, esto no es así, porque el Hijo no es el Padre y el Padre no es el Espíritu Santo.


Tampoco es verdad la otra herejía del siglo IV, el arrianismo, que afirmaba que el Hijo no es Dios. Sería la primera criatura creada pero no sería Dios.

También es falsa la herejía que difundían los pneumatómacos a finales del siglo IV, ellos negaban que el Espíritu Santo sea Dios.


¿Qué debe creer un católico?


Contra todos estos grupos herejes que no eran católicos, la Iglesia escribió en un famoso concilio el Credo de Nicea Constantinopla, entre el año 325 y el año 381, en el que se definió claramente que Dios es tres personas distintas y un solo Dios verdadero.


Todos los credos están compuestos así: Creo en Dios Padre, creo en Dios Hijo, y por último dice creo en Dios Espíritu Santo. Y este credo agrega sobre Jesucristo que es: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no creado,  consustancial al Padre, por quien todo fue hecho; es decir que deja muy en claro la divinidad del Hijo de Dios y después, sobre el Espíritu Santo dice:


Que procede del Padre y del Hijo y que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas; por lo tanto también se tiene que adorar al Espíritu Santo como al Padre y al Hijo.


De hecho un Credo del Siglo IV, cuyo nombre en latín es Quicumque vult (Cualquiera que, significa) dice que 《Cualquiera que quiera salvarse, ante todo debe creer en que cada una de las tres personas es Dios》.



El único Dios, que no lo es de los judíos y musulmanes


El Credo es muy claro y ayuda a reafirmar las verdades fundamentales de la fe que nos identifican como católicos, y que nos dan la luz para confirmar que no es el mismo Dios el que nosotros como católicos adoramos, que el dios de los judíos o el dios de los musulmanes.


Desgraciadamente es algo que se suele decir, que el de los católicos, el de los judíos y el de los musulmanes, es el mismo Dios; pero no es así porque el único Dios verdadero tiene tres personas distintas, por eso sería un error creer y sostener que estas distintas religiones tienen el mismo Dios.


Para nosotros el misterio de la Santísima Trinidad no es opinable, de hecho por este misterio, desde el siglo III en adelante hasta el siglo VII, los cristianos estuvieron dispuestos a la muerte, a la persecución y al destierro; mataron hasta reyes y persiguieron obispos, por defender éste, que es el misterio más grande de nuestra fe, porque es el misterio mismo de Dios.


El misterio más profundo de la fe incrustado en nuestra alma


El Padre Antonio Royo Marín sostuvo que no hay ninguna profesión de cualquier verdad de Fe que realicemos, que no tenga qué ver con nuestra alma; así que incluso este misterio que es el más hondo, el más profundo de Dios, está íntimamente relacionado con lo que nosotros somos como católicos.


Cuando nos bautizaron, lo hicieron en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, por lo que empezamos a ser católicos en el nombre de la Santísima Trinidad.

Además del bautismo, que es necesario para la salvación, los católicos debemos profesar nuestra fe, cuya síntesis está en el Credo, que sintetiza nuestra fe en Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.


Por último, la Santísima Trinidad tiene relación con nosotros porque cuando rezamos hacemos la señal de la Cruz, pues al despertar, lo primero que tenemos que hacer es la señal de la Cruz y cuando vamos a dormir lo último que tenemos qué hacer es la señal de la Cruz, de tal forma que toda la vida del cristiano, de principio al fin, está consagrada a la Santísima Trinidad. Esto es algo fundamental para nuestra alma, para que todo lo hagamos por y para Dios.


También los sacramentos son así, en el nombre de la Santísima Trinidad, porque todas las obras que Dios hace hacia fuera, pertenecen a las tres divinas personas. Nosotros en el Credo atribuimos al Padre la Creación, al Hijo le atribuimos la Redención y al Espíritu Santo le atribuimos la Santificación. Pero, en realidad, las tres divinas personas son las que crean, las tres divinas personas son las que nos redimen, y las tres divinas personas son las que nos hacen santos.


Para que podamos llegar al Cielo y salvarnos


Por esta razón, por ejemplo, en la santa Misa pensamos que solamente está el Cuerpo de Cristo y sí está el cuerpo de Cristo. Pero donde está el Hijo de Dios, está el Padre y el Espíritu Santo, como dice un antiguo concilio de la Iglesia: El Hijo ejecutó humanamente lo que divinamente decidió con el Padre y el Espíritu Santo. Por esto es la Santísima Trinidad que se hace presente en el altar. Por eso es que no hay nada más parecido al Cielo que la Santa Misa. Los Santos lo entendían muy bien.


Por ejemplo Santa Teresa de los Andes decía:


Quisiera hacer comprender a las almas que la Eucaristía es un Cielo, puesto que el Cielo no es sino un Sagrario sin puertas, una Eucaristía sin velo, una Comunión sin término.


Éste es el gran misterio de la Santa Misa: la Santísima Trinidad que se hace presente, por nosotros por gracia y misericordia, por don de Dios, para que nosotros podamos llegar al Cielo y salvarnos.


Tenemos qué pedirle al Señor que entremos dentro de su intimidad, que también seamos sus amigos, que tengamos esta relación estrecha que tiene Dios con aquellos que lo aman y lo sirven; primero por la fe, por el bautismo; en segundo lugar por la gracia de Dios, por su presencia y la inhabitación trinitaria en nuestro corazón, y en tercer lugar desarrollando la vida de la gracia para que también nosotros, como la Santísima Virgen y todos los Santos, tengamos una relación estrecha con las tres divinas personas.



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