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Hernán Cortés, Ejemplo de Virilidad

Actualizado: 3 abr

“En el signo de la Cruz venceremos”, era el lema de Hernán Cortés que por su legado es considerado padre de la nacionalidad mexicana.



Por P. Mariano Cuevas 


Hernán Cortés es el padre de la nacionalidad mexicana: desde el caos y tinieblas de la idolatría nos elevó a un verdadero orden político y social, y esto sin destruir tales señales, imperios del Anáhuac, porque imperios no hay donde no se sabe ser más que tirano o esclavo, porque imperios no hay sin leyes justas, donde la cosa pública no gire y gravite sobre el sacrificio de cien mil hombres inocentes al año, donde la llamada guerra florida era una institución y el feroz Ahuizotl un héroe y su crimen aquel de lesa humanidad, la admiración de su pueblo.


Cortés es el padre de la nacionalidad mexicana, aunque ésta hubiese de ceñirse solamente a los indígenas, puesto que dió la libertad a tantas razas y pueblos que de largos años atrás arrastraban las duras cadenas de los Moctezumas; por eso todos esos pueblos se le aliaron, por eso quisieron tanto a su Malintzin.


Cortés es el padre de la nacionalidad mexicana porque la injertó en el árbol imperial de la gran Castilla cuando ésta iba a la vanguardia de toda la civilización europea; con lo que nos vino la organización estatal, la serie de gobernantes por varias décadas tan sensatos y tan señoriales; las benditas siete partidas con sus matices y entonaciones bíblicos y en pos de todo ello instituciones como las audiencias, freno y valladar contra tiranos, el Santo Oficio, que por dos siglos tuvo bien quebrantado el espinazo de la judería; la Universidad, aquella de entonces, réplica mejorada de las de Salamanca y Alcalá de Henares, baluarte de los altos principios y contrafuerte de ese íntimo sentido del deber que se nos va esfumando a gran velocidad.


Hernán Cortés fue el padre de la nacionalidad mexicana hasta en esos pormenores que, por regla general, escapan al corazón paterno, satisfecho con dar la vida y los principales empujes en la carrera de sus hijos; porque Hernán Cortés muy personalmente se ocupó de todos los órdenes vitales de la sociedad que fundaba: él fue nuestro primer geógrafo, pese a modernos enemigos, haciendo delinear valiosísimos mapas como consta en sus Cartas de Relación; él, con su geométrico Vázquez, cordel en mano, presidió le trazo de esta muy noble ciudad de México Tenuxtitlán; él fue el primer ganadero señalando a su apoderado en Sevilla la calidad y hasta el pelaje de las reses vacunas y lanares que le pedía; él, con su experiencia habida en las Antillas, fue el padre de la riquísima industria azucarera, el introductor de cien árboles frutales que con dulce asombro vieron florecer y cuajar para ellos, los hijos del centli y del maguey; él fue el primer minero y cuando ya hubo acumulado metales preciosos, reunido cobre y pepenado estaño en los aledaños de Texcoco, él enseñó a fundir el bronce de las campanas y también el de las armas con que había de conquistar el resto de Nueva España hasta Guatemala y Yucatán.


¿Cuál fue el constitutivo principal de su carácter tan rico y tan fuerte? Por lo que debía esperarse de su raza, la más romana de la península y de su época y por la multitud de hechos concretos que dan de sí todas las biografías, fácil y llanamente encontramos la respuesta diciendo: que eran su fe y su piedad cristiana. Con su gran medalla de la Virgen, al cuello, con su lema constantiniano: “en el signo de la Cruz venceremos”, con su docilidad y respeto a los ministros del Señor, con la certidumbre de que la finalidad de sus esfuerzos era legítima y santa; planta la cruz de Cristo en Chalchihuecan, que desde entonces es la ciudad de la Vera Cruz; predica y aún más que el mismo F. Bartolomé de Olmedo; en Zempoala, sobre las ruinas de los ídolos, funda la primera ermita de nuestro país y al llegar a México, no obstante las prudencias de Olmedo, sube las gradas del Teocali y se enfrenta con Huichilobos, que “hedia muy malamente” y saltando con saltos sobrenaturales, les saca los ojos con la punta de la lanza y lo derriba y cuando algún prudente, allí mismo, le quería refrenar, respondió: “a algo nos hemos de poner por Dios”.


Como recuerdo del padre de la nación mexicana, ante su imborrable imagen depositamos esta frase para su gloria y vuestro provecho: Fue muy varón en sus cosas.


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