Jesús, Signo de Contradicción
- P. Jorge Hidalgo
- 6 feb
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Actualizado: 10 feb
Como los judíos, en el mundo actual, aún algunos de los que se dicen católicos también rechazan a Jesús y el camino de la Cruz que nos vino a enseñar.

Por P. Jorge Hidalgo
Hace unos días, el día de la presentación del Señor al templo, recordamos las palabras del anciano Simeón que profetizó: “Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel, será signo de contradicción…” (Lc 2, 34) ¿Pero, por qué Nuestro Señor Jesucristo es signo de contradicción?
La respuesta está en la Cruz, Él aceptó llevar la Cruz, que es un signo de contradicción porque quien acepta la cruz se salva y el que reniega de la cruz, a sabiendas, va por el camino de la condenación.
Llevar la Cruz quiere decir aceptar en nuestra vida la Voluntad de Dios. No imponerle a nuestro Señor nuestro parecer. El Señor determinó para su Hijo el sufrimiento para la salvación del mundo. De modo semejante, Dios puede querer para nuestra vida un camino de enfermedad, de pobreza, de ostracismo, etc., y aceptando eso que el Señor nos marque para nuestra vida como venido desde lo Alto, nos santificará, si lo aceptamos en gracia de Dios.
Así es como Nuestro Señor Jesucristo se convirtió en un signo de contradicción primeramente para los judíos, que esperaban un rey temporal y resultó que Jesús era un rey eterno, porque era verdadero Dios, pero siendo Rey, aceptó la cruz para morir ignominiosamente en ella.
Y eso fue causa de que muchísimos judíos dejaran de creer que Jesús era el Mesías, porque no iba con su esquema mental de la salvación que Dios había prometido. Solo los mejores judíos, tal como fueron los justos, aceptaron a Jesús como el Salvador, como fue el caso de Simeón y Ana, la misma Virgen Santísima, San José, San Juan el Bautista, los apóstoles, San Esteban, y tantos otros que se convirtieron al cristianismo y decidieron seguirle; mientras que los judíos cegados por la ambición de poder y riquezas, pidieron su crucifixión y mataron al Hijo de Dios. Pero eso no fue suficiente, para acabar con sus enseñanzas, confabularon las primeras persecuciones en la historia de la Iglesia para acabar con los cristianos, como está documentado en el Libro de los Hechos de los Apóstoles.
Para los judíos que creen, el Señor levantado en la cruz es la luz del mundo, pero para los judíos que no creen, ellos mismos han quedado destrozados por su ceguera (producto del pecado); mientras que los que no creían en nadie, que estaban diseminados, ellos fueron hechos un único pueblo de Dios, fueron unificados por la Cruz de Cristo.
La Iglesia se abrió a los paganos y por eso aquellos que estaban en las tinieblas -como dice el profeta Isaías- vieron una gran luz. “Los que vivían en tierra de sombras, una luz brilló sobre ellos” (cf Is 9, 2), es la luz de Dios, del Verbo Encarnado, la luz de la salvación, la luz que brilla en la Iglesia, que es, -como dice San Pablo-“columna y fundamento de la verdad”, (cf 1Tim 3,15) Por eso Simeón dijo también de Jesús, que es “luz para iluminar a los paganos y gloria de tu pueblo Israel” (Lc 2, 32).
Pidamos al Señor la gracia de tener esta luz que no viene de nosotros, sino que es de Dios porque Él es la luz y en Él no hay tiniebla alguna. Es del Verbo, luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.
También debemos pedir que conservemos nuestra fe íntegra, que no la dejemos mancillar ni mezclar con ninguna otra cosa de este siglo; que nos mantengamos firmes en nuestra búsqueda por las cosas de Dios y que sigamos el camino más corto, fácil y seguro para llegar a la perfección, que es entrar en la escuela de la Santísima Virgen María, ser fieles devotos de Ella para que nos ayude a conservar intacta nuestra fe y que podamos pasar de este mundo, donde la fe brilla en una lámpara que arde en un lugar oscuro, hacia la luz inaccesible donde Dios será todo en todos y todos serán iluminados por el mismo Dios.
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