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Jóvenes Valientes, el Tesoro de la Iglesia

Actualizado: 10 abr

Es posible aún encontrar jóvenes que creen en Cristo y se les nota, que no se cohiben al evidenciar su fe y menos por respetos humanos.



Por P. Christian Viña


Dios me ha venido dando días extraordinarios, llenos de regalos del Cielo. En realidad, desde mi Ordenación Sacerdotal, hace doce años, cada jornada es un DS Dejarse sorprender! por el Señor); pero, últimamente, su seguidilla de detalles me ha hecho repetir, con creciente gratitud, junto al salmista: ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros y estamos rebosantes de alegría! (Sal 125, 3). En efecto, Él jamás se deja ganar en generosidad y periódicamente nos muestra en mayor número e intensidad su Providencia.


Pruebas al canto: en el hospital, un empleado de mantenimiento, “bautizado pagano”, como tantos otros en nuestra Argentina descristianizada, me confió que luego de ver “La Pasión”, de Mel Gibson, quedó fascinado con el arameo. Y ahora escucha diferentes versiones del Padrenuestro en esa lengua. Pude convencerlo de que empezase a leer la Biblia (la católica, por supuesto; la verdadera) y el Catecismo; y ahora está en pleno camino de conversión. 


Otro caso: por la calle me detuvo un joven, ex protestante, muy inteligente; al que intentaron lavarle el cerebro en la ideologizada universidad del Estado. Él, gracias a Dios, es de los que hacen trabajar sus neuronas y su corazón, y nunca se quedó con los relatos de su “culto”, ni tampoco con los de los tanto o más sectarios de los “claustros” y fue así como, por los Padres de la Iglesia, descubrió la sucesión apostólica, los Sacramentos y todo lo que el mismo Cristo instituyó. Hoy es un católico ferviente que, además, estudia latín para leer en su versión original a los Padres. 


Otro ejemplo: también en la calle (¡bendita sotana, que nos hace todo el tiempo reconocibles!), una señora mayor, que se había alejado con descaro y rebeldía de la Iglesia, durante varios años, llorando de felicidad me dijo: “¡Padre! Yo también fui una víbora, una ‘come curas’, una indigna hija de la Iglesia que buscó sistemáticamente destruirla a partir de inventadas o exageradas faltas de los ministros. Pero cuando comprobé que lo peor de la sociedad ataca sin cuartel a nuestros Sacerdotes, llegué a la conclusión de que mucho y muy bueno tendrán en su haber. Y aquí me vé, volví a confesarme y comulgar después de varias décadas. Yo también regresé como el hijo pródigo (cf. Lc 15, 11-32), luego de años de revolcarme en el chiquero…”. 


Solo con estos tres casos pueden entender hasta dónde llega mi felicidad de estas jornadas. Me conmovió, especialmente -por tratarse de adolescentes dispuestos a nadar contra la corriente- el episodio que les tocó protagonizar a varios chicos de trece a quince años en un micro platense.


Los jóvenes, cuando salen del colegio, retornan en grupo a sus hogares ubicados en “periferias” de la ciudad. Y no solo lo hacen por razones de seguridad en el temible gran Buenos Aires asolado por la delincuencia; sino que fundamentalmente lo toman como parte de su apostolado. Van hablando de Cristo, entonan con alegría y sin ningún tipo de respetos humanos, bellos cantos tradicionales y, por si fuera poco, van rezando el Santo Rosario –también con sus letanías-, en latín. 


Obviamente ante ellos no se puede ser indiferente. Y todos los quieren: unos muy cerca, y otros muy lejos… Hace unos días, en el regreso a casa, el micro que los transportaba iba repleto y se multiplicaron, en consecuencia, los gestos de aprobación y desaprobación. “Che, esto no es una Iglesia, para que recen…”, les disparó uno de los pasajeros. A lo que una mujer le contestó “y tampoco es un comedor, para que vos vayas comiendo”. Los muchachos, más que nunca, estaban concentrados en su oración. El chofer detuvo la unidad, y quiso obligarlos a que dejaran de rezar; ellos no contestaron y siguieron hasta el final. El conductor debió reanudar la marcha, con el trasfondo letánico del “ruega por nosotros”. Y, absolutamente sorprendido, escuchó de uno de ellos, cuando se bajaban: ¡Gracias por traernos bien a destino! ¡Rezamos, también, por vos, y por tu familia! Obviamente, ningún noticiero, ningún portal, ninguna red social, registró este testimonio de fe.


Pocos días antes, en la ciudad de Buenos Aires, mientras viajaba en subte (metro), para luego subir al tren, y volver a La Plata, debí soportar la gritería de militantes de ultraizquierda que, literalmente, coparon todos los vagones y derramaron sus consignas e insultos a mansalva. Nadie se quejó ni les llamó la atención. Y, por si fuera poco, frente a este servidor –que venía sentado- se paró una jovencita, con la pollerita casi sobre su garganta, en claro plan de provocación. Mientras miraba el techo de la unidad, recé por ella y el resto de sus “compañeros”; el contraste entre unos y otros jóvenes no puede ser más abismal. Unos son nietos o bisnietos de adultos piadosos desde siempre, o convertidos, que eligieron la mejor parte, que no les será quitada (cf. Lc 10, 42). Otros, nietos o bisnietos de hippies o terroristas de los ’60 y ’70; puestos como ovejas en el abismo (Sal 49, 15). Éstos, hijos o nietos del “prohibido prohibir” que a falta de límites se estrellan contra los muros de todos los pecados; aquellos, aunque también con las luchas propias de las secuelas del pecado original, no quieren un Jesús “revolucionario”, sino al único Jesús que los salva: el verdadero Dios, y verdadero hombre.


Pude felicitar a varios de estos muchachos, y a sus padres. Y mientras lo hacía, recordaba que otro chico de su edad, San José Sánchez del Río, en 1928, en el México martirial, entregó su vida gritando “¡Viva Cristo Rey!”. ¿Les tocará a algunos de estos prometedores jóvenes de La Plata, derramar también su sangre por fidelidad al Señor y su amadísima Iglesia? Solo Dios puede saberlo; aunque no es imposible viendo la crueldad del presente globalismo anticristiano. Emociona saber que son de buena madera y es mucho lo que podemos esperar de ellos.


Antes los adultos nos pedían a los curas: ¡Padre! ¿Puede hablar con mi hijo? Ahora, los chicos nos demandan: ¡Padre! ¿Puede hablar con mi papá? ¡Gracias, queridos muchachos! Son la honra de éste y otros sacerdotes; también responsables de su crecimiento en la Fe. Son parte de la solución, y no del problema. Y constituyen una buena porción de la auténtica riqueza de la Iglesia. Que nada tiene que ver con “el oro del Vaticano”; como dicen no pocos prejuiciosos y repite, sin pensar, una multitud de ignorantes…

1 Comment


Giuseppe Siri
Apr 12

Un saludo a la generacion juvenil. Los nacidos despues del año 2000.


Les toca recomponer a la Iglesia. Estàn agonizando los adalides comunistas, pseudosocialismo, woke-queer......................................... Y està comenzando una nueva epoca: La època de los jovenes del siglo XXI y Dios.

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