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La Corrupción de la Niñez

Nuestro Señor Jesucristo puso como modelo para todos los cristianos la pureza y humildad de los niños; sin embargo la niñez se ha corrompido, en algunas ocasiones, por sus propios papás.



P. Jorge Hidalgo 


Es triste, pero es necesario denunciar que hoy en día nuestro mundo está tan contaminado, que se ha corrompido a las nuevas generaciones que, por su naturaleza pura o inocente, fueron pensadas por Cristo como un modelo de pureza y humildad para todos los cristianos.

Esta corrupción se traduce en generaciones blandengues, tibias, incapaces de resistir el combate diario, no se diga, de dar su vida por Cristo.


La pureza y la humildad que se identifican como las virtudes que brillan en la primera infancia están muy relacionadas entre sí. Bien se ha dicho que la lujuria es la soberbia del cuerpo y la soberbia es la lujuria del alma, así que las dos cosas están conectadas.


Varios santos como San Agustín y San Juan de Ávila, dijeron que Dios muchas veces castiga la oculta soberbia con la lujuria manifiesta, porque todos los pecados tienen que ser castigados, sino en esta vida, en la otra; pero es mejor que los pecados sean castigados en esta vida, por eso la soberbia tiene que ser castigada como dice San Agustín. Pero a veces la soberbia uno no la ve porque es un pecado del alma, mientras que los pecados corporales son más grotescos, como más horribles y más fácilmente visibles para nuestra corporeidad pegada a este mundo.


Así que respecto a la pureza, que es esta primera razón por la que Dios nos pide que todos los cristianos seamos como niños, deben cuidarse incluso los pensamientos, pues en ellos, o por una mala mirada, se puede cometer pecado mortal como dice el Señor en el Evangelio: el que mira a una mujer deseándola ya cometió adulterio con ella en su corazón. (Mt 5, 28)


Y los niños, tal como Dios los pensó, ignoran estos temas, son puros de corazón, hasta el punto que no entienden, simplemente están viviendo en un mundo que no conocen. Y gracias a Dios que lo pensó así.


El mundo de cabeza. Lo que debiera ser puro, es impuro


Lamentablemente hoy estamos asistiendo a un mundo inverso. Así lo anunció Nuestra Señora del Buen Suceso en sus apariciones en Ecuador en el siglo XVII, cuando dijo a las monjitas videntes que en el siglo XX la inocencia de los niños habrá desaparecido, por eso les pidió que hicieran oración y penitencia por los hombres que vivirían en el siglo XX. «Ya no habrá casi almas vírgenes en el mundo», dijo literalmente Nuestra Señora.


Desgraciadamente entonces queda claro, Dios pensó la niñez de una forma para que fuera modelo de pureza y de castidad para todos los cristianos, pero hoy, lamentablemente, estamos asistiendo al mundo inverso: el ambiente de los adultos está tan contaminado, que ha “contagiado” hasta a las generaciones más pequeñas.


El exceso y abuso de videos, imágenes y música de por sí hace un enorme mal a los adultos, no se diga a los niños, a los que desgraciadamente los papás les conceden acceso e incluso se los ofrecen para entretenerlos, cuando ellos por su inocencia ignoran la existencia del internet, de la televisión, los celulares, que en lugar de formarlos, los deforman.


Lo que es peor es que en la escuela y en el hogar, los niños deberían de ser especialmente cuidados, se creería que ahí estén a salvo de peligros, que ahí están las personas que quieren lo mejor para ellos y debieran formarlos, darles cuidados especiales; sin embargo ahí, sin salir siquiera a la calle, sino en sus propias casas, es donde reciben toda la información de porquería a través del internet, ahí es donde les facilitan teléfono celular, internet a todas horas, y permiso para pasar horas viendo todo aquello que hoy está diseñado para deformarlos.


Y como todos en casa están con el celular, los padres ni saben qué miran sus hijos y la pureza de los niños se termina corrompiendo y ellos, pecando mortalmente aún en sus casas, donde deberían ser cuidados y educados. Y lo mismo dígase de los colegios, porque si bien hay profesores que son muy buenos y hacen su mejor esfuerzo por enseñar a los niños lo mejor que pueden; pero, lamentablemente llegan hasta las escuelas las ideologías o políticas de enseñanza incluidas ya desde los libros y determinadas directamente desde los gobiernos con el objetivo de pervertir a los niños e incitarlos a hacer cualquier basura.

 

La humildad de los pequeños


La segunda razón por la que los niños son puestos como modelo para todos nosotros es por su humildad. Santa Teresita ha sido declarada doctora de la Iglesia justamente por su doctrina de la infancia espiritual, en la que explica el razonamiento natural de un niño.

Los niños saben que por ellos mismos no pueden hacer nada y que ante cualquier cosa que se les dificulta pueden recurrir a papá o a mamá; “ellos saben y me pueden ayudar a resolver este problema”, inconscientemente piensan “yo no sé nada, yo no puedo nada”. Y entre más pequeños son los niños, más claro tienen ese aspecto, que solos no pueden y que deben recurrir a papá o a mamá por ayuda, por eso su papá es un héroe.


De eso se trata la infancia espiritual y eso es lo que tenemos que llevar a nuestra relación sobrenatural con Dios, de tal forma que por humildad reconozcamos que si somos buenos, justos, sabios, poderosos, o tenemos tal o cual talento; en realidad somos lo que somos porque Dios es el que es, y todo lo que tenemos, lo tenemos porque Él es el Creador y Él lo ha sembrado en nosotros, y hasta nuestras buenas acciones, es Él el que las inspira.

De esta forma, la humildad es el cimiento de toda la vida espiritual; el fundamento negativo -así se le llama en la teología espiritual- es decir que remueve todos los obstáculos, incluyendo al principal, que somos nosotros mismos, porque somos el mayor enemigo de nuestra alma.


Un gran ejemplo de todo esto es lo que le dijo Nuestro Señor Jesucristo a Santa Catalina de Siena: Toda la perfección espiritual consiste en saber que Yo soy el que soy y tú eres la que no eres. Es decir, todo lo que tenemos viene sostenido, inspirado, llevado a término por la bondad divina.


De igual manera, nosotros tenemos que ser lo más pequeñito que pueda existir para que nos alimentemos de la bondad divina y nos descuidemos de las otras cosas que nos ocupan el tiempo y nos hacen perder de vista a Dios. Ésa es la verdadera humildad y el ejemplo que nosotros tenemos que seguir.

 

La impureza termina aflojando almas


“Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y abrazándolo les dijo El que reciba a uno de estos pequeños en mi nombre, me recibe a mí, y el que me recibe no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado.” (Mc 9, 37)


Algunos Padres de la Iglesia -no todos pero algunos sí sostienen esta teoría- coinciden en que este niño que Jesús tuvo en sus brazos y que puso como modelo a sus apóstoles era San Ignacio de Antioquía, que fue ordenado Obispo por San Pedro y San Pablo en la misma ciudad.


Cuando fue enviado a la muerte San Ignacio escribió siete cartas, una de ellas la dirige a los cristianos de Roma que, por su influencia, según se aprecia, querían impedir que San Ignacio fuera asesinado. A ellos les dice San Ignacio: déjenme ser imitador de la pasión de mi Dios, que quiere ser tirado a la furia de los leones, porque así voy a ser digno discípulo de San Pedro y de San Pablo.


Éste es el verdadero ejemplo de la pureza y la humildad, el modelo auténtico del niño que debemos de seguir para ser tan fuertes como San Ignacio, que quería ser molido por los dientes de las fieras, tal como lo dijo en su carta.


Pero hoy, en cambio, vivimos en una sociedad blandengue, tibia, mediocre, una sociedad que no resiste nada. Vivimos en una sociedad que se cree que por sí misma lo puede todo, en una sociedad sumamente impura y es la impureza la que termina aflojando a las almas, los hace débiles de espíritu y carentes de fortaleza.


Pidamos la intercesión de San Ignacio, que nos enseñe y ayude a conservar siempre la humildad y la pureza en el cuerpo para tener la fortaleza cristiana y superar lo que el Señor permita en nuestra vida, porque es su gracia lo único que nos puede ayudar a resistir y combatir, si fuera preciso, para que nunca nada ni nadie pueda apartarnos del amor de Cristo.


Que Nuestra Señora la Virgen Santísima, en quien brillan de modo particular todas las virtudes, incluyendo la pureza y la humildad, sea nuestro norte y el ejemplo de todos los cristianos para que así, conservando esa infancia que comenzó en el bautismo, vivamos siempre como niños delante de Dios y que Él corone su obra en el Cielo si perseveramos en ello.


1 comentario

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Guest
hace 4 días

Muy bueno 🙌🏼

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