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La Iglesia Prevalecerá Hasta el Final

A pesar de las tormentas y la cizaña, el mal no prevalecerá, no logrará hundir la barca; sino que la Iglesia de Cristo permanecerá porque Él está en la barca.



Por P. Jorge Hidalgo


Son dos los sentidos que se pueden dar a una lectura, el literal y el espiritual. Hoy quiero, con los ojos de la fe, analizar este pasaje de Marcos desde su sentido espiritual, que nos promete el triunfo de la Iglesia y nos llama a la esperanza y la confianza en Cristo Nuestro Señor.


Este día, al atardecer, les dice: «Pasemos a la otra orilla.» Despiden a la gente y le llevan en la barca, como estaba; e iban otras barcas con él. En esto, se levantó una fuerte borrasca y las olas irrumpían en la barca, de suerte que ya se anegaba la barca. Él estaba en popa, durmiendo sobre un cabezal. Le despiertan y le dicen: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?» Él, habiéndose despertado, increpó al viento y dijo al mar: «¡Calla, enmudece!» El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza. Y les dijo: «¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?» Ellos se llenaron de gran temor y se decían unos a otros: «Pues ¿quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?» (Mc 4, 35-41)


De acuerdo a las Sagradas Escrituras, la barca es un símbolo de la Iglesia y el mar es un símbolo del mal. El mar, con cualquier viento, es fácilmente mudable, y el viento -a su vez- es símbolo del demonio; de tal forma que el demonio puede manejar el mundo a su criterio, por eso nuestro Señor llama al demonio como el príncipe de este mundo. 


Con base a las anteriores aclaraciones, lo que la lectura nos dice es que es la Iglesia la que está agitada en el mar por el mundo, es el mal el que quiere hundir la barca con la tormenta, porque el mundo quiere tragarse la Iglesia, el mundo quiere que la Iglesia diga cualquier cosa contraria a Dios.


El mal quiere que la Iglesia asimile el pensamiento mundano y que lo sostenga como bueno, que cambie su perspectiva porque lo que quiere es hundir la barca; pero no nos olvidemos: Cristo está en la barca. Nuestro Señor está allí, entonces por más que la barca se agite, la barca no puede hundirse, porque el Señor ha prometido a la Iglesia Católica la indefectibilidad, es decir, que la Iglesia permanecerá hasta que Él vuelva.


Claro que esto no quiere decir que no habrá tribulaciones, porque los apóstoles estaban bastante asustados. Igual los sucesores de los apóstoles, que son los obispos y todos los discípulos del Señor, algunas veces tendrán que trabajar para sacar el agua de la barca, pero será Dios el que mantenga a flote la barca, porque Cristo está allí y aunque esté dormido, nuestro Señor tiene más poder que todo el mal del mundo. 


Cristo en definitiva es el Señor y en realidad Cristo no duerme, porque dice el evangelio: Mi Padre siempre trabaja y yo también (Jn 5, 17), así que Cristo está siempre despierto velando por su Iglesia. 


Y esto es lo que los apóstoles no entendían, ellos tenían miedo de hundirse; igual nosotros algunas veces corremos el riesgo de decir: Señor, tu barca, hace agua por todos lados, como dijo el Cardenal Ratzinger, y es porque a veces vemos que en la Iglesia hay más cizaña que trigo, es decir que parece (pero sólo parece) que el mundo ahoga a la Iglesia. Pero Cristo es Dios y Él prometió asistirla. Por eso nuestro Señor se “despierta” y a una sola palabra suya, sobreviene la bonanza. A una sola palabra de Él, vuelve la calma; porque como dice la escritura: Hasta aquí llegarás, hasta aquí se quebrará la soberbia de tus olas (Job, 38, 11). 


Dios es el que permite el mal y el mal puede actuar tanto y cuanto como Dios lo permita. Y cuando Dios no lo permite, no puede hacer más nada.


Vence con la fuerza del bien


Incluso pensemos en los peores escándalos, los pecados de los Sacerdotes o de los Obispos; si ocurren, Dios puede sacar algo bueno de todo eso. ¿Por qué? porque Dios es el que le pone el límite al mal y solo Dios puede sacar un bien mayor de la envidia del demonio; por eso permitió el pecado original y todos los otros pecados. No debemos temer, sino que debemos hacer un acto de confianza y de arrojo en la voluntad de Dios, porque solo Él puede sacar bienes mayores de todos los pecados


Claro que sería un error pensar que como Dios puede sacar un bien mayor de mis pecados, entonces puedo seguir pecando y continuar ofendiéndolo. Más bien debemos sostener todo lo contrario: la respuesta que Dios quiere que demos al mal, es la santidad. Como dijo San Pablo: No te dejes vencer por el mal, antes bien, vence al mal con la fuerza del bien (Rom 12, 21).


Debemos vencer el pecado, la tempestad y al mal, que quiere tragarse a la barca; y podremos vencerlo con la fuerza del bien, con la fuerza de Cristo, de la caridad, la paciencia y la gracia de Dios.


Por supuesto que Cristo, cuando dé una palabra, acabará con el mal, porque como sabemos, al final de los tiempos, el Señor destruirá al impío (el anticristo) con el soplo de su boca. Así que la barca, a pesar de la zarandeada que sufra por los vientos impetuosos, llegará a la ribera de la eternidad.


Aférrate a Cristo para pasar por tu propia prueba


¿Qué pasaría si la barca, aplicando el modo análogo, fuera nuestra alma?

Santa Teresa dice que la barca es un símbolo del alma y nuestras almas también atraviesan, en algunas ocasiones, por una tempestad. Dicha tormenta se calma cuando es Voluntad de Dios. Entonces sobreviene una bonanza, sobreviene la calma.


En esta analogía, el momento de la tempestad es el momento de la prueba, y -como dice San Juan de la Cruz-, es el momento donde las almas más pueden crecer y pueden unirse más a Dios.


Claro que para poder salir airosos de la prueba, debemos hacer un acto de confianza en Dios, porque en el caso de la Iglesia, está asegurado que no va a perecer, que no se va a hundir; pero para el caso personal, ¿también se salvarán?


Siguiendo una analogía con las palabras de Santa Teresa, la barca lo mismo podía ser una persona, una familia, una institución o una nación, y cualquiera que sea el caso, tanto cuanto se aferren a Cristo y hagan su acto de confianza en Dios, entonces se salvarán, porque de cada uno de ellos no está asegurada la promesa de llegar hasta el final de los tiempos.


Así que debemos superar las pruebas, las tempestades que van a llegar tarde o temprano, con un acto de confianza en Dios, en su asistencia divina y tanto cuanto pongamos al Señor en primer lugar, es como el Señor va a ser servido y honrado.


Pidamos a Dios la gracia de reconocerlo como Dios, darnos cuenta que ni el mal ni nadie puede contra Él aunque parezca que duerme; la gracia de tener confianza en la Providencia Divina, que Dios nos va a socorrer tanto cuanto nos arrojemos en sus manos poderosas. Y a Nuestra Señora, la Virgen Santísima, pidamos la gracia de tener la mirada siempre en Jesucristo, independientemente de las tempestades, porque si Dios está con nosotros, quién estará contra nosotros (Rom. 8, 31).



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