top of page

La Sotana: Signo de Contradicción Para el Mundo

“Todo el tiempo, Dios se vale de nuestra clara identificación para enviar hijos a nuestro encuentro”



Por P. Christian Viña


“Nosotros, en cambio, predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos” (1 Cor 1, 23). La fe y la valentía con que San Pablo nos da testimonio del Señor, siempre serán modelos para todos los católicos; muy especialmente, para nosotros, los sacerdotes. Y, como ningún discípulo “es superior al maestro” (Lc 6, 40), es natural que como Cristo recibamos, también, toda clase de rechazos, desprecios y persecuciones.


El papa Benedicto XVI repetía que “todas las personas tienen el derecho a reconocer, por lo exterior, a un sacerdote”. Y si un militar, un bombero, un policía, un rescatista y el portero de un edificio, entre otros, son perfectamente ubicables por su vestimenta, cuánto más debemos serlo los sacerdotes. Porque, todo el tiempo, Dios se vale de nuestra clara identificación para enviar hijos a nuestro encuentro; ni qué hablar en sus horas finales, cuando nos apremia darles el auxilio de los sacramentos, y prepararlos para el Cielo.


Ir con sotana, caminando por la calle, es un desafío apasionante. Permanentemente nos piden confesiones, bendiciones; nos demandan consejos o respuestas a graves asuntos de fe y de moral; o nos solicitan diversos tipos de ayuda. Obviamente, las reacciones no son idénticas en los distintos contextos. Pero puedo asegurar, por la experiencia de tantísimos hermanos sacerdotes, y la propia de un servidor, que de cada diez llamados solo uno, a lo sumo, es de afrenta, reproche o insulto. Aún así, esa ocasión es una oportunidad extraordinaria para recoger el guante; escuchar, aclarar y anunciar el amor y el perdón de Cristo. Dios, por supuesto, sabe perfectamente lo que manda o permite.


Acaba de sucederme, en una de mis recorridas para conseguir alimentos y ropas para mis enfermos y pobres. Un octogenario, a boca de jarro, en una arteria muy transitada, me dijo:


- ¡Usted celebró ayer la Misa, en la capilla de aquí a la vuelta!

- Buen día, hijo –lo saludé-. Está confundido; no fui yo.

- Pero era usted, ¿cómo me lo va a negar?

- Insisto, hijo. Está confundido. No fui yo. Además, de haber sido así, ¿por qué diría lo contrario?

- ¡Cómo que no! ¡También estaba con la “pollera”!

- ¡No es “pollera”! ¡Es sotana! ¡No falte el respeto!

- Mirá –giró, inmediatamente, al tuteo-. Yo fui al Seminario Menor, y tuve sotana con doce años. Y un día fui y me presenté al entonces padre Jorge (luego Cardenal, con alto cargo en Vaticano) Mejía. Y le dije “yo no quiero estar con esto”. Me fui y formé una familia.

- ¡Gloria a Dios! Buscaste –seguí, también yo, por el camino del tuteo- santificarte y alabar al Señor con el Matrimonio.

- ¿Vos te crees que, con estos “trapos”, no vistiendo como todo el mundo, ustedes los curas son mejores que los demás?

- Te insisto: no faltes el respeto; cuida tus palabras. Somos, como todos los hijos de Dios, pecadores en conversión. Y, como sacerdotes, la sotana nos presenta a los demás en el nombre del Señor; nos cuida de los ataques del demonio; nos muestra siempre disponibles para los otros, y nos ayuda en nuestra propia santificación, con lo que también tiene de mortificación y ofrecimiento. La sotana predica, y me predica. Sí, el hábito hace al monje. Y nos da a conocer, también, como signos de contradicción ante tanto ateísmo, incredulidad, herejía y hasta apostasía estruendosa…

- ¡Yo tengo dos hermanas religiosas en África!

- ¡Felicitaciones! Demos gracias al Señor por el regalo de sus vidas. Pero fíjate: si a vos, como creyente, te causa rechazo la sotana, cuánto más interpela a quien no lo es. ¿O acaso puede evitarse la propia interrogación sobre Dios y el fin último de la vida, con semejante signo? Además, la ley de la Iglesia manda que todos los consagrados, sacerdotes y religiosos, podamos ser identificados por nuestra vestimenta. ¡Es oficio de amor y de entrega!

- ¡La Iglesia tiene que modernizarse!

- ¡La Iglesia, empezando por vos y por mí, tiene que santificarse! Además, desde el Papa para abajo, somos una infinidad de sacerdotes y religiosos los que vamos con sotana o hábito. Por supuesto, debemos honrarlos con nuestros comportamientos. Y estar, para ello, siempre vigilantes; porque “el que se cree muy seguro, ¡cuídese de no caer!” (1 Cor 10, 12). También, para esto, la sotana es una enorme ayuda. ¡Yo estoy felicísimo de ser sacerdote, y de que todos me reconozcan como tal! ¡Y mil millones de veces volvería a serlo!

- ¿Y si volvieras a nacer dentro de cien años, elegirías lo mismo e ir así?

- Por supuestísimo. “Dios no me ha quitado nada, y me lo ha dado todo”, decía, una y otra vez, Benedicto XVI. Gracias a Él, elegí la mejor parte que no me será quitada (cf. Lc 10, 42). ¡Honradísimo de ser cura y de mostrarme como lo que soy!

- Gracias, tengo que irme.

- Gracias a vos. Fuiste un regalo de Dios, en este día. Rezo por vos, por tu familia y para que te prepares, del mejor modo, para el Cielo. ¡Deja sanar tus heridas por la Iglesia!

 

Lo bendije, le di un fuerte abrazo, le regalé un rosario, y nos despedimos. Toda la jornada lo tuve presente en mis oraciones. Y lo recordé, especialmente, ante el Santísimo Sacramento.

Hugo Wast, destaca en su obra “Navega hacia alta mar” (Vórtice – Didascalia. Buenos Aires. 1996. Pág. 192): Me han dicho que X estuvo a punto de entrar al seminario y no entró porque tuvo miedo de “no perseverar”. Y elogian su prudencia: no ha querido ser un mal sacerdote. Eso es mentira. El miedo que sintió fue todo lo contrario: fue miedo de perseverar.


Lo espantó la idea de que en su corazón arraigase el amor a una vida austera y abnegada. Se dejó tentar por el mundo y no se animó a renunciar a sus pompas y vanidades. Yo lo conozco: habría sido, un buen sacerdote, si hubiese vivido en una buena atmósfera. Ahora será un pobre hombre, que ha abandonado la corona de rey por un gorro de dormir. Tampoco tiene vocación de mundano. ¿Habrá sido el caso, también, de Roberto, mi ocasional demandante? Solo Dios puede saberlo. Sea como fuese, el Señor, volvió a confirmarme, por enésima vez, la importancia de la sotana. Que más muestra su contundente referencia a Cristo, cuando más se la cuestiona…


0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo

Comments


bottom of page