La Traición de Judas
- P. Jorge Hidalgo
- 15 abr
- 7 Min. de lectura
Actualizado: hace 2 días
El corazón del hombre está expuesto a caer y a pesar de su cercanía con Cristo, ponerse al servicio de Satanás y traicionar a Jesús, como lo hizo Judas, como lo hacen algunos Obispos. Hoy toca preguntarse, ¿qué papel he tomado ante Cristo? Es tiempo de tomar partido y optar por consolar al Señor.

Por P. Jorge Hidalgo
La traición de Judas es un misterio del texto sagrado y también especialmente es un misterio del corazón humano porque Judas era uno de los elegidos entre tantos discípulos que había; de entre 72, Jesús eligió a los 12 y en medio de esos uno de ellos decidió la peor parte.
No es que Judas siempre fue así: Judas fue cayendo. Dice la Sagrada Escritura: “El que descuida lo pequeño poco a poco caerá.”
Y Judas empezó a caer. Antes seguramente predicó en nombre de Cristo. Nuestro Señor escuchó de los apóstoles: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre”. Así que Judas es probable que hasta haya expulsado demonios en el nombre de Dios. Pero, como dice San Juan, le empezó a gustar el dinero, fue encargado por Cristo de la bolsa común. Empezó a desear los bienes comunes y pensó que podía servirse de ellos. Dice San Juan que empezó a robar lo que había en la bolsa. Incluso, cuando aquella mujer piadosa ungió los pies de Cristo, Judas se molestó por ese acto de servicio hacia nuestro Señor porque el perfume se pudo haber vendido para ayudar a tantos pobres. Pero, en realidad, eso del servicio a los pobres era solo una excusa.
¿Cuál fue el problema de Judas? La avaricia. Por eso pensó que podía sacar algún beneficio vendiendo al Maestro. No percibió lo que estaba haciendo, porque lo vendió por 30 monedas de plata, que era el precio con el que se vendía un esclavo. De ahí que San Pablo, en la Carta a los Filipenses, dice: “Jesús se anonadó, tomó la condición de esclavo haciéndose semejante a los hombres.” Así Jesús entró como un esclavo y por eso sufrió una muerte de Cruz.
La avaricia y la envidia al servicio de Satanás
Junto con esta traición de Judas por dinero, por avaricia, por los bienes de este mundo olvidándose de los bienes de Dios, está detrás un motor angélico, un motor satánico. Porque dice la Sagrada Escritura que el demonio había inspirado la traición a Judas y aquel que había luchado contra los demonios terminó siendo servil a los diablos: ése es el triste papel de Judas.
El demonio entró en él porque pensaba que se podía librar de Cristo y no sabía que, al contrario, quedaría derrotado para siempre. “El que venció en un árbol fue en un árbol vencido”, como reza la Liturgia respecto de Satanás: porque venció en el Paraíso pero en el árbol de la Cruz queda vencido para siempre. Inspiró a Judas y se equivocó porque aunque en ese momento parecía que ganaba, en realidad perdió definitivamente. Por eso el Señor dejó que el demonio actuara y su imperio quedó vencido.
Pero junto con el demonio que inspiró a Judas, también están los judíos (los fariseos, los escribas, los ancianos, es decir, el Sanedrín, la autoridad religiosa del momento), que andaba buscando una excusa para deshacerse de Cristo. Y si el problema de Judas fue la avaricia, el problema de los judíos fue la envidia, que es un pecado netamente diabólico porque dice la Escritura que “por la envidia del diablo entró la muerte al mundo y los que pertenecen a él tienen que padecerla.”
La envidia movió a los judíos a buscar la manera de aprehender a Jesús y por eso hicieron que su proceso fuera inicuo: desde buscar a alguien que lo entregara en el Huerto de los Olivos, juzgarlo en la noche, buscar testimonios que no concordaban con la verdad, ir a Herodes, ir a Pilato, etc. Todo esto lo pueden profundizar en el libro “La asamblea que condenó a Jesucristo”, de Augustin y Joseph Lémann, dos hermanos judíos que se convirtieron y que dicen, con el profundo conocimiento de los procesos judíos, todas las iniquidades que realizó el Sanedrín para condenar al Señor.
La traición de los Obispos
Además de todo esto, en el caso de la traición de Judas es importante considerar que él era un apóstol. Los primeros Obispos de la Iglesia fueron ellos: los doce Apóstoles. Así que Judas era un Obispo y en dicho caso esto habla de que la Pasión de Cristo es una profecía de toda la historia de la Iglesia.
No nos debe sorprender, entonces, cuando escuchamos que los Obispos o altos jerarcas de la Iglesia traicionan al Señor tergiversando el Evangelio. Uno dice, ¿pero por qué? Si esto no dice el Evangelio, ¿por qué dicen esas cosas los Obispos si eso no es lo que enseña la Palabra de Dios o la Escritura?
Eso ocurre porque es lo que hizo Judas, fue un mercenario de la palabra de Dios y entregó al que es La Palabra por un dinero vil de este mundo.
Eso lo vemos repetirse en la historia de la Iglesia desde el siglo I, donde Marción se encuentra con San Policarpo, discípulo de San Juan, y Marción le pregunta: -¿Me conoces?
-¿Cómo no reconocer al primogénito de Satanás?, le respondió Policarpo, ya que Marción difundió la herejía de que no era real la Encarnación de Jesucristo. Simplemente pensaba que la carne era mala, y como Cristo no podía tener algo malo, entonces su cuerpo sería aparente. Contra ello, dice San Juan en una de sus cartas: “Este es el anticristo: el que niega al Mesías venido en carne.”
Y así como ocurrió desde tiempos de nuestro Señor, hasta el final de los tiempos siempre habrá Obispos que van a ser como Judas y que en lugar de defender la fe católica o la palabra de Dios o a Jesucristo, lo van a entregar por una vil moneda de este mundo. Eso no nos debe sorprender cuando recibimos las noticias… Aunque también hay que tener cuidado con lo que vemos, ya que con la tecnología actual también algunas cosas pueden ser falsas, o invento de los medios de comunicación. Pero en algunos casos, cierta y lamentablemente, la traición de Judas se actualiza con el actuar y las declaraciones de algunos Obispos.
¿Quién has sido hasta ahora?
Judas optó por la peor parte, de hecho, él mismo dijo: “he pecado entregando sangre inocente.” Pudo haberse arrepentido, haber pedido perdón a Dios después de haberlo vendido. Pero el problema fue que no fue a llorar sus pecados como Pedro. Judas tomó la peor decisión que fue la de acabar con su vida. Se colgó de un árbol y según está escrito, se cayó y se reventaron sus entrañas en el piso.
Nadie es dueño ni siquiera de la propia vida. Por eso, a los ojos de Dios, en su desesperación Judas tomó la peor decisión ya que, aunque hubiera cometido el peor de los pecados (entregar a Cristo o venderlo por dinero), si hubiese pedido perdón a Dios, Jesucristo lo hubiese perdonado. No sabemos el destino eterno de Judas, aunque muchos santos y místicos dicen que está en el lugar más hondo de los infiernos, pero esto no es dogma de fe.
Un año antes de la traición de Judas dijo Jesús a sus apóstoles: “Uno de vosotros es un demonio”. Cristo ya sabía quién lo iba a entregar, pero no quiso decir nada: lo guardó en su corazón. Sufrió solo por la traición de alguien que no era lejano, sino de uno que le era cercano, de alguien que sabe incluso a donde va con sus amigos, donde reza durante las noches. Jesús calló y solo lo dijo en el último momento y no a cualquiera, se lo dijo a Juan, el discípulo que más lo podía entender.
¿Y cuándo se lo dijo? Cuando Juan reclinó su cabeza sobre el pecho del Señor. Juan le preguntó: -Señor, ¿quién es? Jesús no lo dijo públicamente, se lo dijo a él porque era el discípulo amado, el que se iba a quedar al pie de la Cruz, porque Juan era el discípulo que iba a recibir a María como Madre el Viernes Santo. Juan era el discípulo que más lo entendía. Juan es el único que más adelante lo va a ver a lo lejos resucitado y va a decir “ese es el Señor”.
Nuestro Señor era verdaderamente hombre y también tenía amigos. Juan era amigo de Cristo. Por eso dice el profeta Amós: “Dios no hace nada sin revelárselo a sus siervos, los profetas.”
El corazón de Jesús se muestra a algunos, y esos algunos son los santos; son los que más lo aman y son los que, incluso en esta vida, conocen cosas que los demás ignoran. Por eso nosotros también tenemos que ser como Juan, el que consoló a Jesús frente a la traición de uno que era de sus amigos. Debemos reparar el Corazón de Jesús cuando los demás lo ignoren, lo traicionen, lo vendan por los bienes de este mundo o quieran quedar bien con los poderes de la tierra. Nosotros tenemos que ser como Juan.
En la traición de Judas hay muchos personajes y cada uno obra de una manera distinta. Conviene preguntarnos ¿quién hemos sido hasta ahora? ¿Hemos sido como Juan? ¿Hemos sido como Judas? ¿Hemos sido como los judíos? ¿Hemos traicionado a Cristo por dinero? ¿Hemos buscado los bienes de la tierra? Quizás lo que hemos sido nos duele, quizás nos avergüenza; pero a diferencia de Judas, podemos optar por lo que agrada a Dios, arrepentirnos y acercarnos a la confesión para obtener el perdón de Dios.
Pidamos a la Virgen Santísima que siempre sigamos a Jesús y consolemos su corazón; que nos conceda también la gracia de que nuestro corazón se parezca al Corazón de Cristo, para que lo gocemos para siempre en la eternidad.
Comments