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La Verdadera Contrarrevolución: La Tradición

Católico, sé fiel, conserva lo que has recibido, persevera en la Verdad, transmítela a las nuevas generaciones y busca siempre a Dios como tu fin último.



Por P. Jorge Hidalgo


«El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo. Es ciertamente más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas.» Mt 13, 31-32


¿A qué se refiere nuestro Señor cuando habla del reino de los Cielos?


Orígenes, aquel Padre de la Iglesia del siglo III, dice que cuando Cristo habla del reino de Dios, habla de sí mismo, así que cuando se dice “Reino de Dios”, es una forma de que Cristo diga que es Él. 


Dice el texto bíblico que el Reino de los Cielos es como una pequeña semilla, es decir que comenzó como siempre se hace predicar el evangelio, de uno a otro, entre familiares, entre amigos, entre conocidos, de uno a otro; siempre fue así, como una semilla, pequeña, casi imperceptible, casi sin ni siquiera ser notada, así empezó a ser transmitida la verdad católica y claro, esa verdad, de golpe se vio que llenó el mundo entero.


Cuando el Imperio Romano dejó de perseguir a los católicos, en el año 313 con el edicto de Milán, de golpe resultó que había católicos en todos lados y que incluso las persecuciones terribles que hubo -por ejemplo la de Diocleciano, que fue muy poco tiempo antes de Constantino- no los había detectado. La Iglesia fue creciendo de a poquito pero se extendió y llegó a ser tan grande que fue la más grande de todas y más aún; y en sus ramas se cobijaron “todos los pájaros del Cielo”.


Los Padres de la Iglesia han aclarado que estos “pájaros del Cielo” son los Santos, que miran las circunstancias, no desde su perspectiva, sino más alto, desde las ramas. Como el águila, que tiene un ojo tan preciso que puede ver a tanta distancia para poder cazar sus presas; así de esa manera miran los santos la historia del mundo, con una perspectiva de Dios.


Estas almas, que pusieron en práctica lo que enseñó Jesús, son los pájaros del cielo, que se han cobijado en la Santa Iglesia Católica. Se han propuesto salvar sus almas, y han logrado incluso lo que no buscaban. Por ejemplo, han salvado incluso a la ciencia. Por ejemplo, toda la filosofía antigua, todo el derecho romano, toda la civilización antigua; las grandes obras, incluso desde el punto de vista de la ciencia, se deben a la Iglesia. Pensemos, por ejemplo, que toda la ciencia antigua se conservó gracias al trabajo de los copistas, que eran preferentemente los monjes del Medioevo. Miremos, por ejemplo, Galileo –al cual suelen usar contra la Iglesia Católica– era católico, o Copérnico, era diácono, o Mendel, era un monje, o Pasteur, que también era católico practicante; etc. Y así podemos hacer una larga lista de santos, e incluso de famosos científicos, que han ido a alojarse en la santa Iglesia. Fue la Iglesia de Cristo, la Iglesia Católica, la que los ha cobijado.


Pero éste árbol, que es la Iglesia, que ha llenado el mundo entero, está menguando en su frondosidad, es decir, que está siendo podado, sin duda alguna porque Dios así lo permite –porque el mal no puede hacer nada si Dios no lo deja actuar–. Hoy, entonces, la Iglesia, que extendía sus ramas por el mundo entero, parece ser cada vez menos importante.


Los tres pasos para acabar con la Iglesia


¿Cuáles han sido los pasos que ha dado el enemigo para acabar con la Iglesia? Quien ha explicado esto a la perfección es el Padre Julio Meinvielle, sacerdote argentino. Y luego lo ha dicho el Papa Pío XII. Esto ha ocurrido, a lo largo de la historia, con tres revoluciones:


Primero fue la revolución protestante, que promovió: la Iglesia no y Cristo sí.


Enseguida ocurrió la revolución francesa: Cristo no y Dios sí; sin embargo no era un Dios católico, sino un deísmo: Dios habría creado al mundo, pero se olvidó de él; por lo tanto, no era nuestro Dios.


Por último, la revolución comunista o bolchevique, que instauró la ideología: Dios no y el hombre sí, porque -decían- Dios ha muerto o quizá nunca existió.


Evidentemente hay un poder que está más allá del orden natural, que es el demonio, que va a llegar hasta donde Dios lo permita. Por supuesto, no podrá tirar el árbol, pero sí le hará sufrir su pasión. La misma que Cristo, que fue seguido por multitudes, y que, sin embargo, al llegar el viernes Santo sólo estaban al pie de la Cruz la Santísima Virgen, San Juan, María Magdalena y un par de mujeres más. Igualmente la Iglesia pasará por su pasión, pero permanecerá hasta el final de los tiempos.


Es por estas tres revoluciones que hay tanto mal en el mundo, desde la apostasía, la aprobación de leyes inicuas como el aborto, el matrimonio homosexual; cada vez más niños sin bautismo, jóvenes que rehúyen al matrimonio o, si se casan, no lo hacen por la Iglesia a pesar de ser bautizados. Por eso también es que se incrementan los divorcios, los padres de familia no se interesan por llevar a los niños al catecismo y muchos otros males más. 


Alístate en la contrarrevolución


¿Qué debe hacer un católico, que quiere ser fiel a la Verdad, para ir en contra de este ataque para destruir a la Iglesia católica y eliminar a Dios de todos los ámbitos?


Tenemos que hacer lo contrario a lo que hace la revolución, como dice el Padre Alfredo Sáenz. Si la revolución ha dado esos tres pasos para destruir el árbol, tenemos que hacer una contrarrevolución, es decir tenemos que ser anticomunistas, antiliberales y antiprotestantes.


Debemos perseverar y darnos cuenta que sin Dios no podemos cumplir el orden natural; que sin Dios no podemos cumplir ninguno de los diez mandamientos, siendo que el primero de ellos es el que da motivo a nuestra vida; tenemos que darnos cuenta de que necesitamos estar enraizados en el árbol, necesitamos de este árbol porque es el único que nos lleva a la vida eterna que es la Iglesia.


Necesitamos permanecer en la gracia de Dios, dar testimonio público de nuestra fe y no guardarla y no encajonarla en ningún momento de la vida; necesitamos ser fieles a Dios y no, por respetos humanos, pensar un día como ateo, como comunista, como liberal o como protestante; siempre hay que pensar y actuar como católico, afirmar que Dios es el único fin de mi vida y de la de todos los hombres.


La sociedad es un conjunto de hombres y si cada hombre debe tener como fin a Dios, entonces toda la sociedad también debe tener a Dios como fin. Así de simple. Pero este proceso revolucionario no quiere que lo reconozcamos: se quiere hacer una especie de divorcio entre la fe y la vida. Es una separación que no puede existir, porque Dios tiene que ser honrado siempre, en todo momento y en todo lugar. Por eso nosotros tenemos que pedirle a Dios que permanezcamos siempre en el árbol, aunque veamos que por esta permisión divina (respetando la libertad de los hombres) está sistemáticamente atacado el orden social cristiano y que esto ha ocasionado el avance del proceso de descristianización en el mundo.


Nosotros, los católicos fieles, debemos perseverar en lo que hemos recibido. Conserva lo que has recibido, es el gran mensaje que repite nuestro Señor en las últimas cartas del Apocalipsis. Esa es la gran misión de esta época, conservar lo que hemos recibido: la tradición, como explica el Padre Leonardo Castellani. Y lo que gratis hemos recibido, gratis también debemos darlo, transmitirlo a las nuevas generaciones.


Que la Virgen Santísima nos conceda la gracia de ver toda la historia de modo teologal, que es el modo en que la ve Dios. Que nos conceda la gracia de perseverar en el bien, de no contagiarnos con lo que todo el mundo hace; que nos conceda la gracia de hacer lo opuesto a lo que hace la revolución. Que en todo momento le demos a Dios el culto en espíritu y en verdad, que es buscarlo a Él como fin último, no solo en nuestra vida privada sino también en la sociedad, que no pensemos sino como católicos porque Cristo ha dicho que quien lo reconozca abiertamente delante de los hombres, Él lo reconocerá delante del Padre, el día del juicio.




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