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Lecciones de un Comunista Para los Católicos




Douglas Hyde, un gran periodista inglés que vivió a principios del siglo XX, dedicó dos décadas de su vida y todos sus talentos a difundir e impulsar el comunismo. Tiempo después de su conversión contó en su autobiografía el concepto en el que tienen los comunistas a los católicos:


“En el partido sosteníamos que la población católica representaba la parte más atrasada, inculta y políticamente moribunda del pueblo y que los católicos estaban hundidos en la superstición y gobernados, sin esperanza de liberación, por los curas.”


Pero más revelador aún resultó la anécdota que escribió en otro libro titulado: “Cómo formar dirigentes”, en la que su compañero describe no sólo un método de trabajo, sino un ahínco para hacerlo:


“¿Recuerdas realmente lo que era nuestra vida en el partido?, te levantabas y te ponías a afeitarte pensando en las cosas que podrías hacer por el comunismo aquel día. Ibas a desayunar y leías el Daily Worker para entonarte y asimilar el espíritu de la lucha en la que estabas envuelto. Leías cada artículo del diario que te enardecía, y pensabas cómo podrías ser tú útil a la causa.


En el autobús o en el tranvía, cuando iba a mi trabajo, leía el Daily Worker tan ostentosamente como podía, sosteniéndolo en lo alto, esperando que los que me rodeaban pudieran leer los titulares y pudieran ser influidos por ellos. Siempre llevaba dos ejemplares conmigo, dejaba uno sobre el asiento en espera que más tarde alguien lo cogiera y lo leyera.


Cuando llegaba a mi trabajo hacía circular mi Daily Worker; un trabajador tras otro lo cogía, se lo llevaba unos minutos y lo devolvía. A la hora del almuerzo en la cantina o el restaurante, intentaba entablar conversación con los compañeros de mesa. Puse en práctica el sentarme con varios grupos diferentes para que  mi influencia fuese todo lo extensa que yo pudiera. No intentaba embutirles comunismo por todas partes, pero guiaba la conversación de manera que se hablase de política, y si era posible de las campañas que había puesto en marcha el partido.


Antes de dejar mi trabajo por la noche teníamos una rápida reunión con el grupo de la fábrica o de la célula. Discutíamos los procesos y éxitos del día; y discutíamos también lo que seríamos capaces de hacer el día siguiente.


Iba corriendo a casa, cenaba rápidamente y entonces me iba  a dar unas clases, a hacer de moderador en alguna discusión, quizás a unirme a alguna campaña comunista, yendo de puerta en puerta e intentando convencer a la gente, o estando a un lado de la                    calle vendiendo diarios comunistas. Haciendo algo para el comunismo. Cuando iba a acostarme por la noche soñaba en lo que haría para el comunismo al día siguiente.”


Hasta ahí la anécdota de este colega de Douglas que me pone a reflexionar: ¿Será que los católicos deberíamos ser comunistas para ser después buenos católicos?


Hyde se convirtió y puso luego sus talentos al servicio de Dios, como lo dejó anotado en su biografía:


“Emprendía una serie de artículos en el Catholic Herald, explicando en breves bosquejos mi conversión del comunismo al catolicismo y contando algunas anécdotas. Mis artículos despertaron gran interés y, todavía más importante, sirvieron de orientación a muchos, como demostraba la correspondencia que recibía... Algunos de mis folletos fueron distribuidos entre las guerrillas comunistas griegas y otros en China roja. Un folleto fue traducido al indonesio para su distribución entre los comunistas de aquel país... Desde todas partes de Inglaterra me llegaban invitaciones de organizaciones políticas y, desde luego, de millares de sociedades católicas para dar conferencias... Acudía a todas partes, no importaba que fuese a hablar a seis monjas en un pequeño convento o a cinco mil personas en una gran sala de una ciudad.”


La cuestión es… si no podemos hacer lo que hizo éste comunista para encender la pasión por difundir sus ideales, al menos sí podemos pedir a Dios que seamos dóciles a sus inspiraciones para trabajar con nuestros talentos para la extensión de Su reino y poderle responder como el siervo bueno y fiel: “Señor, cinco talentos me entregaste, aquí tienes otros cinco que he ganado.” (Mateo 25, 20)


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1 Comment


Guest
Jun 04

Me parece aberrante comparar una religión tan bondadosa con el individuo, con una "pseudo religión" atea y colectivista, basada en el autoritarismo, el cientismo y la coacción. Una actitud fanática cualquier creencia la puede tener [los nacional socialistas eran identicos], por el fanatismo se comenten los peores crimenes y decir que tenemos que ser fanáticos no hace más que preguntarse sí entonces aquellos que comenten atrocidades con fe, son mejores que los prudentes.

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