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Muchos Reciben los Sacramentos, Pero Pocos sus Frutos

Debemos recibir los sacramentos con verdadera fe y no de forma mecánica y rutinaria.


Por el P. Jorge Hidalgo


A pesar de su ascendencia, por la cual los judíos la consideraban una mujer impura, la hemorroísa que tocó el manto de Nuestro Señor Jesucristo, sanó: Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal. (Mc, 5, 29) 


Esta mujer fue la primera que creyó en Jesús, representa a los pueblos paganos. Son los gentiles, y no los judíos, los que se acercan a Cristo porque escucharon algo de Nuestro Señor -porque la fe viene por el oído, como dice San Pablo-; esta mujer había escuchado algo acerca de Nuestro Señor y entonces se acerca cuando Cristo está rodeado de gente, cuando aparentemente muchos creen, entonces ella acepta la fe.


En ese momento muchos están tocando a Cristo, muchos lo están apretando, pero la hemorroísa lo toca como nadie, por eso solo ella obtiene la gracia de Cristo, porque la fe es la que nos alcanza la vida de la gracia, sin fe es imposible agradar a Dios, por eso esta mujer queda curada físicamente, pero también espiritualmente.


Después de ese momento, Jesús pregunta quién le ha tocado, no porque no lo sepa, sino que Él quiere que el milagro sea dicho públicamente, quiere que esta mujer diga públicamente que ha sido curada, que haga su profesión de fe y que diga que por eso ha sido curada, para que los judíos crean.


Transmite la gracia por medio de los Sacramentos


Esta mujer que es curada es un símbolo de lo que ocurre a los que aceptan la vida de Dios. Decía el Papa San León Magno que lo que ocurre en la vida de Cristo, en sus misterios, ha pasado a sus sacramentos; por eso Santo Tomás compara la vida de Cristo con los instrumentos.


El cuerpo es un instrumento pegado al alma, entonces el primer medio por el cual nosotros alcanzamos la salvación y la vida eterna es por la humanidad Santísima de Cristo, que está íntimamente unida a su naturaleza divina y forma una única persona. 


Pero, además de este instrumento (que Santo Tomás llama instrumento conjunto), hay otros instrumentos que son los instrumentos separados. Santo Tomás pone el ejemplo de la mano y el bastón, la mano ayuda a la persona a andar y el bastón llega de la mano al piso, como un tercer pie, entonces las dos cosas son instrumentos, pero el bastón se puede dejar apoyado en otro lado y uno sigue andando bien, no le falta nada; mientras que la mano no se la puede cortar.


De la misma forma ocurre entre la humanidad de Cristo y sus sacramentos. La humanidad de Cristo es como la mano, está pegada a la Divinidad de nuestro Señor y el bastón son los sacramentos. Sin el bastón la persona está completa, pero Dios ha querido usar el bastón para ayudarnos. Es el caso de la mujer hemorroísa que tocó las vestiduras de Jesús; es decir, Cristo está completo sin sus vestiduras, pero Cristo quiso usar las vestiduras y quiso curarla a través de sus vestiduras.


Es así como los gentiles llegan a la salvación y a la vida eterna, a través de los sacramentos de Cristo, es decir a través de los instrumentos separados. Por eso son los sacramentos de la fe, a través de ellos nosotros llegamos a la vida de la gracia, a la vida sobrenatural.


No todos reciben los frutos


Igual que en el caso de la mujer con flujo de sangre, no todos los que reciben los sacramentos reciben la curación y la razón es la misma que cuando Jesús estaba entre la muchedumbre, muchos apretaban a Cristo, pero solamente una persona recibió la curación y fue por su grande fe.


Así que también podemos decir hoy en la Iglesia, muchos han recibido el bautismo, la confesión, la Santa Comunión, han asistido a la Santa Misa, pero solo reciben la eficacia o el fruto de los sacramentos aquellos que se acercan con fe como aquella mujer; muchos lo tocan corporalmente, pero muy pocos lo tocan espiritualmente, muy pocos reciben ese efecto real que quiere recibir el Sacramento en su corazón. Cristo quiere eso, quiere ser tocado por la fe.


Que esta reflexión nos sirva para examinarnos y hacerlo continuamente, para saber de qué forma recibimos los sacramentos. Si para nosotros es una cuestión mecánica, rutinaria, que hacemos siempre: “una vez más voy a Misa, una vez más me confieso, una vez más recibo la comunión”; o saber si todo esto lo hacemos por fe, si intentamos ir creciendo en nuestra vida interior, si procuramos dejar nuestros vicios, nuestra vida de pecado, nuestro defecto dominante y crecer en la vida de oración.


Nosotros queremos que Dios nos conceda la salvación eterna, pidámosle que nos conceda la fe que necesitamos para alcanzarla, que a ejemplo de la hemorroísa lo toquemos espiritualmente y lo recibamos con piedad. Que evitemos la rutina, el acostumbramiento, que no posterguemos la confesión, ni dilatemos la conversión.


Que Nuestra Señora la Virgen Santísima Madre de la Divina Gracia nos conceda la gracia de vivir de acuerdo con esa fe, acceder santamente a tocar a Cristo y vivir con la gracia que recibimos.


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