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Permanecer Fieles a la Auténtica Doctrina

“Éstos harán la guerra al Cordero, pero el Cordero, como Señor de Señores y Rey de Reyes, los vencerá en unión con los suyos, los llamados, los elegidos y los fieles.” (Ap 17,14)


Doctrina Católica

Por Hno. Elías


Para armarnos contra la influencia del Anticristo quiero proponer cuatro pilares, que iremos presentando poco a poco. El día de hoy expongo el primer pilar: permanecer fieles a la Palabra de Dios y a la auténtica doctrina de la Iglesia, y, por tanto, fieles al Señor mismo. ¡Ésta es ya un arma decisiva contra el espíritu del Anticristo!


Permanecer en la Verdad


“Manteneos firmes, ceñida vuestra cintura con la Verdad (…), embrazando siempre el escudo de la fe, para que podáis apagar con él todos los encendidos dardos del enemigo.” (Ef 6,14 -16)


La Palabra de Dios y su correspondiente interpretación por parte de la Iglesia, es la verdad; es decir, es el Señor mismo. “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). Entonces, Dios está presente en aquel que vive en la verdad y permanece en ella. La verdad esclarece nuestro pensamiento. Ella se consolida en nosotros y es una luz constante que nos ilumina. Cada mínima desviación de la verdad distorsiona la realidad, deforma al hombre y provoca un engaño.


Es por eso que Lucifer intenta a toda costa impedir que las personas conozcan la verdad y vivan en ella.


Con las personas del mundo, esto a menudo le resulta fácil. Les propone metas y placeres a corto plazo, las induce al pecado, para que ni siquiera pueda surgir una relación viva con Dios, y las engaña de muchas maneras. El pecado incluso es ofrecido como algo que vale la pena, tal como sucedió en la tentación en el Paraíso (cf. Gen 3,5- 6).


¿Qué sucede con la verdad en nuestra Iglesia?


A Ella le ha sido encomendada la verdad… Pero, ¿siguen siendo vinculantes para todos los católicos las instrucciones del Señor? ¿Nos esforzamos todos por recorrer el camino de la santidad y vivir, por tanto, en la verdad?


¿Cómo podrá el tentador lograr apartar a los católicos del camino recto que les ha sido trazado; aquel camino que debería hacerles capaces de dar testimonio de la verdad a los no creyentes?


Ciertamente Lucifer conoce muchos métodos para lograrlo. No podríamos hablar de cada uno de ellos. Pero quisiera describir uno en particular, que podría ser representativo para muchos otros: es el “método de la confusión”, que podría llevarlo a cabo de la siguiente manera:


Un alma engañada


El ángel caído querrá llevar a los católicos a debilitar su práctica religiosa… Así, el mundo y las cosas de este mundo van cobrando cada vez más importancia; mientras que la oración y las prácticas espirituales pierden peso. También la Palabra de Dios va pasando a un segundo plano. De esta forma, el Tentador logra que el alma empiece por debilitarse. Y una vez que el alma se haya debilitado y no obtenga el suficiente alimento espiritual, perderá su fuerza y resistencia interior. Esto no significa aún que caiga en el pecado; pero pierde el fervor y empieza a adormecer espiritualmente.


A continuación, el Tentador la inducirá a cometer pecados veniales. La acumulación de pecados veniales debilita más y más al alma, de manera que corresponde cada vez menos a su vocación cristiana. Si ahora el alma no despierta ni acoge el llamado de la gracia de Dios, el camino seguirá cuesta abajo.


Después de que el alma haya quedado debilitada en su práctica religiosa, Lucifer intentará confundir su pensar. Así, crece en ella la impresión de que el camino de la santidad es demasiado severo. Si bien el alma sigue manteniendo en pie aquellas verdades que siempre había aceptado, considera ahora que todo debería ser adaptado a los tiempos actuales. Ve a su alrededor –quizá incluso en la propia familia y en la parentela– a tantas personas que no guardan los mandamientos de Dios, y se siente cada vez más como una “extraña” al aferrarse a la doctrina de la Iglesia con la convicción con que antes lo hacía. 


Conoce parejas que viven en una segunda unión que no es lícita de acuerdo a la perspectiva de la Iglesia; pero considera que “ellas son tan amables y responsables con sus hijos”. Lo mismo le sucede con otras parejas que no están casadas. Incluso las parejas homosexuales que conoce a través de los medios, le parecen no ser tan infelices como ella había pensado.


Así, el alma se confunde cada vez más. Aún no ha desaparecido de su memoria la Palabra de Dios, y también la doctrina de la Iglesia sigue estando presente; aunque se desvanece más y más… Ella no sabe cómo lidiar con estas dos realidades que parecen opuestas: por un lado, la realidad que la rodea; y, por otro lado, la vinculación a su fe católica.


La misericordia de Dios: ¿el distintivo especial de este Pontificado?


Ahora, en el actual Pontificado, esta alma se encuentra con un énfasis particular en la misericordia de Dios. Incluso a los católicos que viven en adulterio se les dice que pueden, bajo ciertas circunstancias, recibir la Santa Comunión, sin necesidad de vivir en abstinencia. Los anteriores Papas todavía habían mantenido en pie la condición de vivir abstinentes, pero ahora parece abrirse un nuevo camino para estas personas.


¿Y qué hay de las parejas no casadas? ¿Acaso no son a veces hasta más fieles que las casadas? ¡Eso es lo que se oye decir! ¿Y qué hay de las parejas homosexuales? Se escuchan voces que nos dicen que deberíamos prestar atención a los buenos valores que vemos en su relación; que deberíamos acogerlos, integrarlos, etc… Esta alma confundida se pregunta si siquiera debería aún decírseles que los actos homosexuales son pecaminosos.


De repente, de una u otra forma, le parecen un tanto duras aquellas palabras de la Sagrada Escritura que hablan del adulterio, de la lujuria y de la homosexualidad practicada como de un pecado grave. Aquellos católicos que aún defienden esto con convicción le parecen rígidos; sí, incluso siente un cierto rechazo hacia ellos. A esta alma le da la impresión de que aquellas personas no han comprendido bien la enorme misericordia de Dios, ni han acogido la gracia que ha llegado con este nuevo Pontificado. En la jerarquía se habla de un “cambio de paradigma”, y la mayoría de los obispos se unen a este nuevo camino…


Pero entonces el alma se da cuenta de que hay también algunos cardenales y obispos que ven las cosas de forma distinta… ¡Pero son sólo pocos! Y puesto que es el Papa mismo quien está dando esta nueva dirección, el alma se siente segura.


Algo así podría ser lo que piensa esta alma, de modo que se une completamente al nuevo rumbo emprendido en este Pontificado.


¡Ahora el alma ha caído en la trampa! El veneno del relativismo ha penetrado lentamente en ella; sin que notase siquiera los dardos, porque el escudo de la fe no fue levantado para la defensa, ni la cintura estaba ceñida con la verdad en plenitud. Lucifer encontró la forma de engañar a esta alma, y asimismo busca engañar a todos aquellos que, aunque no necesariamente hayan descuidado su práctica religiosa, se han dejado llevar por esta falsa luz y no se dan cuenta.


El énfasis en la misericordia se convirtió en la máscara tras la cual Lucifer pudo disfrazarse muy bien para debilitar la verdad. Por lo tanto, es importante identificar esta máscara y lo que la oscuridad obra detrás de ella.


¿Qué sucede en nuestra Iglesia?


El veneno de la falsa doctrina y heteropraxis ha llegado hasta la directiva de la Iglesia. Ya en 1973, el filósofo Dietrich von Hildebrand escribía en el prólogo de su libro “El viñedo devastado” que la plaga ha incrementado: desde errores y falsificaciones apenas notables del espíritu de Cristo y de la Santa Iglesia, hasta las herejías y blasfemias más flagrantes (Hildebrand, 1973).


A diferencia de la situación en tiempos de Hildebrand, en la actualidad las indicaciones erróneas proceden muchas veces directamente de la cabeza misma de la Iglesia. Ya no se advierte del error ni se lo desenmascara, de manera que éste puede propagarse casi sin obstáculos.


Lo que está sucediendo en la actualidad puede entenderse bien en contexto con la reprensión de Jesús a Pedro. Él quiso impedir que Jesús fuese a Jerusalén. El Señor reacciona con mucha claridad y le dice: “¡Apártate de mí Satanás! Tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres” (Mt 16,23).


Notemos que el Señor identifica a Satanás detrás de este intento humano de Pedro de disuadirlo. No es simplemente un gesto humanamente comprensible, de querer evitarle a Jesús el sufrimiento; sino que Satanás se esconde detrás de él, y Jesús lo desenmascara.


Esto es lo que yo veo también en la falsa misericordia que ahora se promueve. Es humanamente comprensible que se quiera ofrecer ayuda, y de seguro uno cree tener buenas intenciones para con ellas, por lo cual se piensa que debe tratarse de una faceta especial de la misericordia de Dios.


Sin embargo, se está violando la verdad; es decir, el mandato de Dios. Muy desapercibidamente se relativizan los mandamientos, y se los coloca en segundo plano; mientras que la necesidad de las personas –aparentemente justificada– pasa al primer plano.


Aquí puede identificarse concretamente el engaño con el que trabaja Lucifer: socavar el mandato del Señor y sustituirlo por sus propias directrices. Así, servimos a sus intenciones: destronar a Dios y ser él mismo entronizado. La compasión humana es presentada como un acto de misericordia de Dios, para tratar de obtener la aprobación de los fieles, pues ¿quién se atreverá a oponerse a la misericordia de Dios? De esta forma, la misericordia se convierte en una máscara tras la cual se ocultan las verdaderas intenciones de Lucifer: atacar la indisolubilidad del matrimonio y el sacramento de la penitencia, y así abrir paso a constantes sacrilegios en relación a la Santa Comunión. ¡Un plan pérfido!


¿Adónde vamos?


Para este combate espiritual, hemos de “ceñirnos la cintura con verdad” (cf. Ef 6,14). ¡Esta verdad es el Señor mismo! Por eso, hemos de permanecer fieles a Su Palabra y a la auténtica doctrina de la Iglesia. Son éstas quienes han de impregnar la realidad de los hombres.


De la mano con la fidelidad a la verdad, hemos de vivir en la gracia de Dios y esforzarnos seriamente por corresponder del todo a Sus indicaciones.


¡Cualquier concepción, idea o especulación distinta, venga de quien venga, ha de ser rechazada con el “escudo de la fe” (cf. Ef 6,16)! ¡Permanezcamos fieles al Cordero de Dios!


Para ello, hay que tomar en cuenta los siguientes puntos:


• Ningún compromiso con el error, sin importar de quién venga.

• Ningún compromiso con el pecado. Escuchemos la advertencia: “Todavía no habéis resistido hasta derramar sangre combatiendo contra el pecado” (Hb12, 4)

• Ninguna cooperación a ciegas con Lucifer, el caudillo de los poderes hostiles a Dios.


¡La lucha no es contra la carne y la sangre; sino contra los poderes de la oscuridad!

(cf. Ef 6,12)


Extracto del documento: La fidelidad de la multitud del Cordero, del Hermano Elías.



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