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¿Puede un Católico Estar a Favor del Aborto?

Hoy en día, un gran número de personas que se consideran a sí mismas católicas, dicen estar a favor del aborto. Pero, ¿puede un católico ser pro-aborto? Hagamos un breve repaso al Catecismo de la Iglesia Católica.



Hoy en día, un gran número de personas que se consideran a sí mismas católicas, dicen estar a favor del aborto. Pero, ¿puede un católico ser pro-aborto? Hagamos un breve repaso al Catecismo de la Iglesia Católica.


Primero que nada, debemos recordar que el 5to mandamiento de la ley de Dios es: “No matarás”.


La vida humana desde su inicio, es fruto de la acción creadora de Dios, por tanto debe ser tenida como sagrada (CIC n.2258). El aborto es la terminación de una vida humana inocente, por tanto, atenta directamente contra el 5to mandamiento.


El que mata a un inocente y los que cooperan voluntariamente, cometen un pecado que clama venganza al cielo.


El infanticidio y el parricidio (matar al padre o al hijo), son crímenes especialmente graves a causa de los vínculos naturales que destruyen (CIC n. 2268).


¿El no-nacido debe ser tratado como persona?


Refiriéndose a la instrucción Donum vitae, el Catecismo nos dice en su numeral 2270:


“La vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción. Desde el primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos sus derechos de persona, entre los cuales está el derecho inviolable de todo ser inocente a la vida.” 

Por tanto, la vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción.


«Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses te tenía consagrado» (Jr 1, 5).


Desde el siglo I, la Iglesia ha afirmado la malicia moral de todo aborto provocado. Ésta enseñanza no ha cambiado; permanece invariable.


El aborto directo, es decir, querido como un fin o un medio, es gravemente contrario a la ley moral. «No matarás el embrión mediante el aborto, no darás muerte al recién nacido» (Didajé 2, 2)


En la constitución pastoral Gaudium et spes se afirma:


“Dios [...], Señor de la vida, ha confiado a los hombres la excelsa misión de conservar la vida, misión que deben cumplir de modo digno del hombre. Por consiguiente, se ha de proteger la vida con el máximo cuidado desde la concepción; tanto el aborto como el infanticidio son crímenes abominables”.

Es sumamente importante saber que, la Iglesia sanciona con pena canónica de excomunión (expulsión de la Iglesia Católica) el delito de aborto.


“Quien procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión latae sententiae” (can. 1398). Es decir, que incurre ipso facto en la excomunión quien comete el delito (can. 1314). Con esto la Iglesia no pretende restringir el ámbito de la misericordia, sino más bien manifestar la gravedad del crimen cometido.


El derecho inalienable de todo individuo humano inocente a la vida constituye un elemento constitutivo de la sociedad civil y de su legislación:


“Los derechos inalienables de la persona deben ser reconocidos y respetados por parte de la sociedad civil y de la autoridad política. Estos derechos del hombre no están subordinados ni a los individuos ni a los padres, y tampoco son una concesión de la sociedad o del Estado: pertenecen a la naturaleza humana y son inherentes a la persona en virtud del acto creador que la ha originado”. (CIC n. 2273)


“Puede haber una legítima diversidad de opinión entre católicos respecto de ir a la guerra y aplicar la pena de muerte, pero no, sin embargo, respecto del aborto y la eutanasia”.

(Carta “Dignidad para recibir la Sagrada Comunión. Principios Generales” del Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe)


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