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¿Qué Hacer Cuando el Mundo y la Iglesia se Desmoronan?

Abandonar la Iglesia no es una opción, alejarse y volverse indiferentes, tampoco; hacerse anticatólico, menos. Cuando un feligrés tiene claro que el mundo y la Iglesia van por mal camino, hay una decisión contundente que debe tomar.



Por Claudia Ortiz


En una charla me plantearon la difícil situación que se vive en el mundo: se les enseña a los niños la ideología de género, se promueve el aborto a temprana edad, padres que violan a sus hijas y demás dramas que ya nos son casos aislados, sino por desgracia, más bien frecuentes.


Si a esto le sumamos la situación en la Iglesia, Sacerdotes que no son fieles, que conducen mal a las almas, más que por el camino de la salvación, por el rumbo de la perdición; y muchos otros hechos que se han acumulado y que dejan un mal sabor de boca, por expresarlo muy ligeramente, sobre el actuar de nuestros pastores… muchos podríamos pensar que el mundo y la Iglesia se están viniendo abajo, se están desmoronando y entonces, ¿qué podemos hacer? ¿solo nos queda rezar? ¿resignarnos?


No. Hay mucho trabajo qué hacer. Sí, por supuesto, debemos rezar, debemos pedir por la conversión del mundo entero, por el triunfo del Inmaculado Corazón de María en cada persona, por la renovación de la Iglesia en el Espíritu Santo; sí, debemos seguir evangelizando, pero paralelamente a nuestra oración debe darse nuestra propia conversión, nuestra propia renovación, nuestra fidelidad a los mandamientos de Dios.


Si no cumplimos los mandamientos, no podemos emprender el camino de la santidad, siempre estaremos bloqueados a la gracia, por eso los indecisos tienen que tomar hoy una decisión para vivir conforme a la voluntad de Dios.


Es la voluntad de Dios que lleguemos a ser ‘otro Cristo’: que pensemos, actuemos y seamos como el Señor mismo. Esta es la obra que el Espíritu Santo realiza en nosotros, si lo escuchamos y nos dejamos guiar por Él. La gran tarea del Espíritu Santo en nuestra vida personal consiste en nuestra transformación interior; en otras palabras, nuestra santificación.


Debemos tener claro y fijo el objetivo: trabajar en la conversión personal, y persiguiendo esta meta podemos pedir oración, ayuda, consejo y recurrir a todos los medios posibles para alimentar nuestra alma y dar frutos que impactarán a las personas a nuestro alrededor.


¿Qué es lo que no debemos hacer? Debemos tener mucho cuidado en no aliarnos al espíritu del mundo, no dejarnos debilitar por él ocupandonos demasiado en sus cosas, no ser partícipes de actos contrarios a Dios por respetos humanos, no caer en desesperanza; tenemos que enfocarnos en lo esencial si queremos tener parte en la renovación de la Iglesia para que ésta sea capaz de llevar el Evangelio al mundo entero, para que las personas sean tocadas por el amor de Dios. 


Si te mantienes fiel en tu propio proceso de conversión, no habrá necesidad de hablar a otros de los temas espirituales. ¿Qué es lo que les hará tomar una decisión?: La congruencia de nuestra vida.


Toma hoy una decisión. Que ésta sea determinante, radical, no tímida, no intermitente.


Decídete a seguir a Dios, a cumplir sus mandamientos y a ser parte esencial en la conversión del mundo, en la renovación de la Iglesia, cumple la voluntad de Dios y emprende el camino de la santidad. Hay que pedirle  la fortaleza y la gracia para lograrlo, para enfrentar la lucha personal y diaria, para decidirnos a combatir lo que encontremos en nuestro interior que no sea acorde a Dios, nuestras malas inclinaciones, ideas o proyectos que puedan llegar a ser contrarias a Su voluntad.


Muy útil para lograrlo será rezar frecuentemente esta oración con la que San Nicolás de Flüe, el santo patrono de Suiza, resumía el clásico camino espiritual:


Señor mío y Dios Mío, despréndeme de todo lo que me aleja de Ti,

Señor mío y Dios mío, concédeme todo lo que me acerca a Ti,

Señor mío y Dios mío, haz que yo no sea mío, sino todo Tuyo.




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